Cadena perpetua, sí; cadena perpetua, no
lunes 02 de septiembre de 2013, 09:50h
Según la mitología romana, Saturno (conocido como Cronos en la Grecia
clásica) se rebeló contra su padre Urano para sustituirle en el trono junto a la diosa Opis.
Y
aún fue mucho más allá porque, para
evitar que ningún hijo suyo pudiera destronarlo,
decidió ponerse la venda antes de la
herida y devorarlos uno tras otro y
así evitar una posible rebelión.
Crímenes,
violaciones, venganzas sangrientas y
actos crueles como
los reflejados en las
mitologías griega y romana parecen
distantes y lejanos en el tiempo, contemplados en lienzos como
los de Rubens o Goya, o en libros de
texto, como producto de los caprichos o las desviaciones de los dioses.
Sin
embargo, sabemos muy bien que este tipo de actos pueden
vivirse en cualquier tiempo y en cualquier lugar y uno de los
deberes del poder legislador consiste
precisamente en anticiparse
a los hechos y delimitar las consecuencias penales
que puedan derivarse para los
sujetos que lleguen a cometerlos. Por ejemplo, entre nosotros, los llevados a cabo recientemente
por José Bretón, condenado por la justicia española por
el asesinato de sus hijos Ruth y José, que actuó
-según parece- movido por la venganza
ante su ex-mujer y madre de los
pequeños, por la decisión de
abandonarlo. Un hecho cruel que nos sitúa frente a un semejante que ha sido capaz de asesinar
a sus propios hijos -según se
fija en la sentencia, aunque esta
aún no sea firme, porque puede ser recurrida en
varias instancias-.
Al otro lado del charco, en Estados Unidos,
la justicia norteamericana ha condenado también recientemente a cadena perpetua a un
ciudadano estadounidense de
origen puertorriqueño, Ariel Castro, por
secuestrar y
abusar sexualmente de tres mujeres durante más de 10 años en su casa de
Cleveland. Únicamente la circunstancia de haberse
confesado autor de los 937 delitos de los que estaba acusado (entre
ellos homicidio, secuestro, violación y asalto) lograron evitar que la
condena del tribunal
fuese la pena de muerte, la mayor de las sanciones penales, que hoy en
día todavía permanece reconocida en las
legislaciones de algunos estados.
El peso de
la ley
Ante delitos tan graves como los indicados, se cometan estos donde se
cometan, el peso de la justicia debe caer
de forma contundente sobre los autores, aunque el destino de estos sea muy diferente en función del lugar
en donde sean cometidos. En
aquellos países donde está reconocida la pena de muerte (y quien
esto escribe está absolutamente en contra de ella) las consecuencias que pueden deparar la comisión de actos de máxima gravedad, no ofrece discusión
alguna en cuanto al grado de
cumplimiento. Otra cosa bien
distinta, sin embargo, es la aplicación
de la cadena perpetua.
El
término "Cadena Perpetua" no
es siempre sinónimo de máxima
dureza de la pena -como, a primera vista, pudiera entenderse por
el término utilizado-. El
rango penal, según las diversas legislaciones
de los estados, va desde penas
perpetuas reales hasta penas perpetuas
con encarcelamiento forzoso de 20 a 35 años antes de poder conseguir libertad
condicional y, por último -y este es el caso de España- países en los que no está contemplada la pena de cadena perpetua pero, sin embargo, se
puede llegar a imponer una pena máxima de hasta 40 años de prisión.
Lo esencial, a mi juicio, no es dar
respuesta al dilema cadena perpetua sí, o cadena perpetua no,
sino arbitrar las medidas para que el ciudadano tenga
no solo la sensación, sino la seguridad absoluta de que sus derechos fundamentales (a la vida, a la
libertad, a la seguridad, a la integridad física y a ser protegido por los
poderes públicos ) van a encontrar siempre
una respuesta adecuada por la
administración de justicia cuando aquellos se vean vulnerados por cualquiera que vaya a
traspasar la línea marcada por la ley. Y esta sensación,
tampoco esa seguridad, veo yo que la tengamos en España el común de los ciudadanos.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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