Occidente y la primavera árabe
jueves 15 de agosto de 2013, 13:10h
Egipto está al borde de
una guerra civil y la primavera árabe se disuelve como si sólo hubiera sido un
espejismo. Tal vez nos inventamos una esperanza. Hay todavía demasiadas
dictaduras en ese mundo, demasiados poderes absolutos a cara descubierta, algunos
disfrazados de supuestas democracias y otros ni siquiera con ese ligero disfraz.
Y un indisimulado poder absoluto militar. Y no hay una apuesta real de
Occidente por la democracia en ese mundo árabe, en el que, sin embargo, los que
vivimos en libertad nos jugamos nuestra propia supervivencia.
La democracia occidental
no atraviesa sus mejores momentos, tal vez porque hemos pervertido el sistema
con los intereses partidistas, la corrupción, la falta de transparencia y el desinterés
y la falta de compromiso de unos ciudadanos que, pese a la crisis, vivimos sobradamente
bien en comparación con el resto del mundo donde los derechos humanos, la
libertad o la dignidad de la persona humana son principios que no sólo no se
contemplan sino que se maltratan y se pisotean todos los días. Y Occidente mira
hacia otro lado -¿Se acuerda alguien de lo que pasa en Siria?- y no defiende a
los débiles y a los oprimidos porque su comercio con esos Gobiernos, sus
negocios con esos dictadores le producen grandes beneficios. África, Asia, el
mundo árabe deberían ser el gran objetivo democratizador de Occidente, como
garantía de un futuro estable. Sólo la prosperidad y la libertad en esos países
garantizan el futuro del mundo libre occidental. Pero Occidente no se entera o
no se quiere enterar y sólo se atreve a llamar "a la calma".
El responsable de cultura
de la embajada egipcia en España decía en Santander que "para que haya
democracia en un país que nunca la ha ejercido, hay que pagar un precio y lo
estamos pagando con sucesos como el que ha costado la vida a cientos de
ciudadanos". ¿Nos apresuramos a aplaudir sin reservas el estallido de una
primavera árabe detrás de la cual tal vez no había un pueblo preparado para
disfrutarla, pero sí intereses y sectarismos imposibles de conciliar,
voluntades para no renunciar a ningún privilegio y grupos terroristas cuyo
objetivo no es la democracia?
Hay que poner fin de
inmediato a la violencia contra los ciudadanos, sea la del Ejercito o la de
cualquier grupo, hay que marcar límites y hay que favorecer el asentamiento de
la democracia en Egipto y en todos los países árabes de forma inteligente y
limpia. La primavera árabe, el grito de libertad de tantos ciudadanos no puede
quedarse en nada. O lo que es peor, no puede ser el principio de un gravísimo
conflicto cuya primera consecuencia sea alejar de la libertad, de la democracia
y de los derechos humanos a millones de ciudadanos que han nacido iguales a
nosotros y que deberían poder vivir como nosotros. No hemos retrocedido sólo
treinta años, a los tiempos de Mubarak, tal vez hemos cerrado la puerta a la
esperanza.
francisco.muro@planalfa.es