Cuando lo inesperado es una tragedia
jueves 25 de julio de 2013, 16:24h
Estaban a punto de llegar a su destino. Son esos momentos en los que se
doblan los periódicos, se revisan los bolsos, los niños comienzan a
moverse y las más coquetas se retocan el brillo de labios. En un Alvia,
cuatro kilómetros de distancia es apenas un suspiro. Significa haber
llegado... pero ocurre que se presenta lo inesperado y todo se vuelve
ruido, horror, humo, golpes, choques... es la tragedia que llega como un
fantasma. Tragedia que hizo que el cielo de Santiago se oscureciera y
sus calles enmudecerían, primero por la sorpresa e incertidumbre y,
luego, por la constatación del desastre. Tuvieron que pasar bastantes
horas para conocer el alcance de un accidente ferroviario sin
precedentes. No es la primera vez que la red ferroviaria española es
escenario de situaciones dramáticas, pero sí la primera en la que la
tragedia se produce en una red admirada y envidiada por buena parte del
mundo. Comprobamos, una vez más, que el riesgo cero no existe y que la
vulnerabilidad del sofisticamiento técnico no dista mucho de la
vulnerabilidad de nosotros los humanos. Ocurre que lo inexplicable puede
ocurrir.
Lo último que esperaban los vecinos de Santiago y esas personas
que doblaban el periódico o revisaban sus bolsos porque ya habían
llegado es que ocurriera lo que ha ocurrido. Un Alvia, revisado ese
mismo día, que acaba hecho añicos, enredando entre sus hierros a niños,
hombres y mujeres. Ya en el día después, hemos corroborado la capacidad
de respuesta, en este caso, de los gallegos. Respuesta generosa y rápida
que siempre ha caracterizado a la sociedad española en momentos
dramáticos. En esto de la muerte ya tenemos mucha experiencia y el
dolor, lejos de paralizarnos, nos saca lo mejor de nosotros mismos.
Hasta el momento de escribir estas líneas hay que decir que
también nuestros responsables públicos han estado a la altura de las
circunstancias. Ha habido coordinación, eficacia, prudencia,
información, y las presencias justas y adecuadas.
Todavía se desconocen las causas oficiales y contrastadas del
accidente. La investigación se quiere exhaustiva y rápida y todos
deseamos que nos den las claves para entender lo que, por sus
dimensiones, nos resulta casi inexplicable.
Estamos todos bajo la conmoción que produce tanto espanto. Lo
deseable es que cuando esta se vea rebajada en su intensidad, nadie se
desmadre y se caiga en lo que sería la terrible tentación de la
politización de un drama. España puede soportar muchas cosas, hacer
frente a acontecimientos de extrema dureza, a lidiar situaciones de
máxima complejidad, pero ahora, justo ahora, sería imperdonable el más
mínimo ribete de utilización política. Ya no estamos para esos juegos
porque de indecencias estamos ya hartos. Todo lo que no sea el recuerdo
sincero y dolorido hacía las víctimas y sus familiares, el
agradecimiento al extraordinario comportamiento de todos los
trabajadores públicos de Galicia, el apoyo a las autoridades que se ven
en la obligación de gestionar momentos de confusión y dureza y confianza
en las actuaciones judiciales y técnicas para que nos expliquen lo casi
inexplicable... todo lo que se salga de este guión, sería una falta de
respeto para los muertos, una burla para los vivos y una vergüenza para
quien pretendiera jugar a lo que no toca.