lunes 22 de julio de 2013, 16:20h
El Tribunal Constitucional tiene un problema... con el Tribunal
Constitucional. Y España, no digamos. La militancia activa, de cuota y
carnet, del presidente del mismo, Pérez de los Cobos, en el Partido
Popular, no sólo afecta gravemente la confianza de la ciudadanía en la
imparcialidad e independencia de la institución, sino que convierte la
mayoría parlamentaria del PP en un trasunto de poder totalitario al
controlar prácticamente todos los órganos políticos, legislativos y de
gobierno.
El resultado tangible y difícilmente soportable no es ninguna
futesa: al 77% de los españoles que según los más recientes sondeos no
votarían ni por asomo al Partido Popular, se le propina el duro
correctivo de vivir bajo la férula de un entramado político-financiero
radicalmente contrario a sus gustos, a sus necesidades, a sus
inclinaciones y a sus intereses. Una victoria electoral fundada en una
oferta ficticia, engañosa, que ha cursado en sentido contrario a lo
prometido, no justifica ese "rodillo" monocolor y devastador, pero es
que aunque no hubiera mediado el camelo en la obtención de la victoria,
tampoco lo justificaría en una democracia normal, o sea, en una
democracia.
En muchos lugares de España, donde la adhesión a las políticas del
Partido Popular no es hoy mayoritaria, los ciudadanos tienen sobre sus
cabezas y a cargo de sus impuestos una alcaldía del PP, una Diputación
del PP, una Comunidad Autónoma del PP, un Gobierno del PP, un Congreso
del PP, un Senado del PP, una Unión Europeo como del PP, amén de una
nube de señores del PP en cargos de trascendencia para la vida
ordinaria, así personal como colectiva. El respiradero que en esa
atmósfera tan cargada y tan cargante representaría el Tribunal
Constitucional, que se pronuncia o ha de pronunciarse sobre cosas que al
PP no le hacen mucha gracia, la subasta andaluza de medicamentos o la
nulidad de las Preferentes y la total desactivación de esa estafa, se
ciega con la presencia en la poltrona más alta de él de un señor que,
por lo que se ve, también es del Partido Popular absolutamente.
En el Constitucional, su presidente no es cualquier cosa: su "voto
de calidad" es crucial y determinante. La cuestión, entonces, es que
resulta imprescindible que esa "calidad" sea reconocida por todos, no
sólo por los incondicionales del PP, o, cuando menos, que se acredite
mediante el correspondiente marchamo de neutralidad.