lunes 15 de julio de 2013, 17:57h
Rajoy está en la UCI con un gotero de
veneno, dosificado para alargarle la agonía por esa habitual conjunción
de un delincuente, un periodista sin escrúpulos y la imparable
maquinaria, lenta pero concienzuda, de la Justicia española.
Pero la puntilla está entre las filas del partido popular. Nadie
se significará hasta que el diagnóstico del final político de Rajoy sea
indiscutible. Nadie se mueve en la foto hasta que el quedarse quiero
garantice ser arrastrado por el cadáver político. Cuando suene el grito
de "todos a los botes" quienes crucificarán a Rajoy serán los miembros
de su propio partido.
La línea de defensa oficial del PP y de La Moncloa está llena de
tópicos. "La prueba de que no hay connivencia con Bárcenas es que él se
encuentra en la cárcel". Falso, lo único que demuestra la estancia del
tesorero del PP es que la Justicia ha actuado independientemente de que
se le haya intentado ayudar o no. Connivencia entre Rajoy y Bárcenas ha
existido. Lo demuestra el trato de favor recibido por el acusado en su
despido tardío y en la indemnización recibida. Y los mensajes
comprometedores en los que el presidente le pedía que resistiera y fuera
fuerte.
Hay ecuaciones tramposas. La primera, que el hecho de que Bárcenas
sea un delincuente no descarta que Rajoy haya mentido. En la mayor
parte de los escándalos políticos hay un delincuente que delata a
presuntos honorables. Y la condición del denunciante no disminuye la
importancia de la implicación del denunciado.
Aquí sigue habiendo dos niveles de posible implicación del
presidente del Gobierno. Uno es de pura índole política. Si Rajoy ha
mentido sobre sus ingresos procedentes de sobresueldos y se demuestra,
está liquidado políticamente. Independientemente de si su conducta fue
delictiva o no. Y luego está la depuración de sus posibles
responsabilidades penales.
La duda es cuanto podrá resistir el presidente y a quien se
llevará por delante. Estoy seguro de que una encuesta elaborada a partir
de hoy sobre la opinión de los españoles sería demoledora para Rajoy.
Si ha cobrado sobresueldos, su agonía será terrible. Y en el Partido
Popular, a medida que pasen los días sin aclarar formalmente y con
compromiso personal estas dudas, la balanza sobre la necesidad de
sustituir a Rajoy en el liderazgo del PP y en la presidencia del
Gobierno se vencerá hacia la amortización política del presidente para
salvar al partido de las llamas.
Hay que sentase a esperar las sucesivas deposiciones de Bárcenas.
Ningún chantajista, y Bárcenas lo es, dispara toda la munición en una
sola descarga. Y a Pedro J. -que solo le preocupa vender periódicos y
participar en otra cacería- le encantan las novelas por entregas. Cada
capítulo de este serial tiene que dejar paso a nuevas revelaciones para
que el lector permanezca enganchado. Conocemos la historia. Ahora Amedo
es Bárcenas y Felipe es Rajoy. El actor fijo en esta tragicomedia
siempre es Pedro J.