jueves 11 de julio de 2013, 16:26h
La muerte de los seres queridos siempre nos
coge con el pie cambiado, no se por qué, seguramente porque nos negamos
a aceptar la pérdida de las personas que forman parte de nuestra vida,
de nuestros afectos, de nuestra memoria, de nuestra niñez o de nuestra
madurez. En el caso de Concha porque hace tan solo diez días que recibí
un mensaje suyo en el que me decía que iba a someterse a un tratamiento
de super medicación en el Hospital de la Fe de Valencia, lo que le
impediría estar en Madrid antes de que yo me fuera de vacaciones.
Insistía mucho en que se encontraba bien, sólo un poco hinchada por las
pastillas. Quizá por eso, la noticia del agravamiento de su enfermedad
me produjo primero perplejidad absoluta y después negación de una
realidad que no quería aceptar, que sigo sin aceptar, porque me parece
mentira que ya no esté con nosotros una mujer que amaba la vida con
tanta pasión como la amaba Concha, de quién tengo dos fotografías frente
a mi ordenador en las que aparece feliz, con esa sonrisa suya tan
personal, tan cautivadora, tan persuasiva y generosa.
Conocí a Concha y a Lorenzo, su ex marido y padre de sus dos
hijos, cuando tras dejar la Cadena Ser desembarcaron en Antena 3 Radio,
en la calle Oquendo de Madrid. Venían cargados de ilusiones, de
proyectos, de profesionalidad, intentando hacer su trabajo sin entrar en
guerras mediáticas que nada tenían que ver con ellos. Lo lograron.
¿Cómo? Haciendo una radio cercana, de calidad, donde el oyente opinaba
de esas cosas grandes y pequeñas de la vida, respetando lo diferentes,
con colaboradores de gran talla intelectual y profesional. De aquella
experiencia maravillosa aprendí dos cosas importantes: una, que para ser
buen profesional no hace falta meter el dedo en el ojo a nadie, ya que
con una sonrisa puedes derribar muros infranqueables. Dos, que la
amistad es una de las mayores riquezas del ser humano.
Concha fue una amiga de verdad, en los buenos y en los malos
momentos. Juntas vivimos su separación, el crecimiento de sus hijos, los
avatares laborales, la llegada a su vida de Andrés Vicente Gómez, y su
ilusión por colaborar en todos sus proyectos cinematográficos y
teatrales. También compartimos la enfermedad de su padre y de los míos,
la ilusión de que en el último tramo esas personas que todo lo habían
sacrificado por nosotras, fueron los más felices del mundo. Creo que lo
conseguimos y eso nos unió aún más.
Colaborar con Concha fue siempre un placer, lo hice en Cuatro Tv y
en Punto Radio, donde consiguió lo que parecía imposible, que Rajoy
hiciera de comentarista deportivo junto a Joan Manuel Serrat y Antonio
Resines, pero así era Concha, convincente, y respetuosa con las
opiniones ajenas. De ahí que hoy el periodismo, los periodistas, estemos
de luto, muy tristes y por primera vez unidos en el afecto a una mujer
que lo dio todo por una profesión, a veces tan injustamente denostada,
que era una parte importante de su vida.
Quiero en esta triste hora del adiós enviar todo mi afecto y
cariño a sus seres más queridos: a su madre, a sus hijos Lorenzo y
Berta, a sus hermanos, a Andrés y también a Lorenzo, los dos hombres a
los que amó con todas sus fuerzas y que hoy están rotos de dolor porque
han perdido el pilar sobre el que se sustentaba su vida.