Islamismo contra laicismo, Turquía como ejemplo
jueves 04 de julio de 2013, 13:20h
La bomba ha sido
Egipto, pero ya hace tiempo se podía prever, no la alianza de civilizaciones,
pero si el choque de culturas, que iba a ocurrir en los países musulmanes ante
el auge del islamismo religioso y su intervención en la política y la visceral
antidemocracia, nacida de sus fundamentalistas creencias religiosas. Cierto es,
que no es lo mismo para sunnies que para chiitas, pero en el fondo así tenía
que terminar la primavera árabe, vigilada de cerca por los colosos Turquía e Irán. Las ansias de democracia y de
libertad juegan contra el apartheid de la mujer, la pertinacia del velo y de
las costumbres ancestrales, casi medievales que perviven en esos países.
Así escribía yo
en 2011: ¿Por qué todo el mundo y sus
medios de comunicación hablan de la primavera árabe, con referencia a las
revoluciones de plaza pública y manifestaciones de Egipto o Túnez, a las
incipientes de Marruecos o Argel o a las matanzas de Siria o Yemen?.Excluyo
voluntariamente a Libia, pues es un problema diferente. Todos piensan, que se
trata de alcanzar una mayor democracia contra
los dictadores que han detentado el poder, durante cuarenta años algunos
de ellos, cuando la realidad es que a todos
les ha cogido por sorpresa, entre otras cosas porque el pan, la
gasolina, el maíz, los abonos etc es decir las "commodities" han más que
doblado de precio, en el mercado internacional, ante la demanda de los países
industrializados emergentes, sobre todo
los BRIC, Brasil, Rusia, China e India que tienen dinero para pagarlos y que comen
por fin, tres veces al día, lógicamente los no emergentes no lo tienen, y han
comenzado a pasar HAMBRE. Y es el
hambre lo que empuja a las masas de la plaza Tahrir, además de que el régimen
de Morsi se estaba volviendo progresivamente islamista, como disimuladamente lo
ha hecho Erdogan en Turquía, donde los revolucionarios de la otra gran plaza ,
la Taksim han comenzado a poner en duda su islamismo moderado y comenzado a
recordar al gran padre de la patria turca Kemal Ataturk, que a principios del
S.XX hizo justo lo contrario, invadiendo de laicismo una sociedad otomana
dormida, el despertar de ese gran país, solo recientemente, que se ha revelado, industrioso y febril en los
últimos veinte años.
Soy testigo
presencial, pues durante estos últimos veinte años, he residido una semana cada
año en Estambul, la ciudad más maravillosa del mundo, sobre todo en invierno,
cuando no hay turistas y puedo visitar a placer mi personal icono en el
"Arkeoloji Muzeleri" normalmente olvidado por las masas, en el que en una
sección especial reposan los túmulos de la necrópolis de Sidón, traídos por el
director del museo, del que destaca la llamada tumba de Alejandro Magno, en
realidad del rey Abdalonides, nombrado por este al oponerse a la entrada de sus
generales con sus caballos en el jardín real, asombrado les preguntó ¿era el
rey? Y la respuesta fue, no, era el jardinero, que no quería que destrozáramos
algo cuidado con tanto amor y Alejandro le nombró Rey de Sidón y en su recuerdo
un magnifico túmulo, encontrado en 1887.
El monumental sepulcro, realizado en mármol pentélico por un desconocido,
aunque gran escultor heleno del S. IV
antes de Cristo, muestra en su perímetro escenas de la vida del gran rey:
cazando, luchando contra los persas. Tiene cuatro paneles que muestran la
escena de caza, macedonios y persas y animales salvajes juntos, con la ayuda de
perros. Algunos macedonios se representan en
desnudez heroica, en los paneles restantes Sarcófago de Alejandro, los
macedonios y persas están luchando entre sí. Los compañeros de caballería
macedonia se visten a diferencia de los soldados de a pie, y en uno de los
paneles, el escultor talló una magnifica figura del rey macedonio Alejandro
Magno montado en su caballo Buchephales. Todo ello albergado en un inmenso
templo griego clásico, sin columnas, pero con techo que es en realidad la tapa
del sarcófago. Ese es mi icono personal, que me ha permitido disfrutar de la
abigarrada multitud y el magnífico panorama de la Roma de Oriente, plagada de
mezquitas de Sinán y destacando santa Sofía, el Cuerno de oro y el Bósforo,
revelando algo del esplendor del Bizancio para siempre perdido para la religión
ortodoxa.
Ya me malicié
yo hace años, que el Erdogán, que lucía en la enseña de su partido una bombilla
eléctrica, venia con intenciones de islamizar un país que parecía haber pasado
pagina, controlado por un ejército laico
de viejos generales. La democracia le facilitó el acceso, pero también lo ha
hecho a otros regímenes que acaban mostrando su verdadera faz totalitaria.
Encima, en las puertas de Europa, con millones de turcos viviendo en Alemania y
con deseo de entrar en la UE, a la vez que es el flanco oriental de la OTAN. La
plaza Taksim mil veces visitada, la zona europea de la avenida Istiqlal, todas
ellas ardiendo en revolución, aparentemente por la urbanización de un parque
público. No creo, hay algo más profundo en las protestas y es el terror a
perder la libertad y al Hambre. Así, pues, escribe Nasama Ben Ali, periodista
amiga: nos encontramos con el choque de ideas y de valores, que la clase media
urbana, cultivada y europeísta, opone a los sectores de la Turquía profunda,
marcada por la huella de la visión religiosa islamista. Turquía, además, es un
país de más de setenta y dos millones de habitantes con una pirámide de
población joven, de la que muchos sectores, se han enfrentado a la represión
policial defendiendo una visión moderna del país y unos modos de vida a los que
no parecen dispuestos a renunciar a causa de la islamización programada por
Erdogan.
Parecen oponerse
el estilo de una vida urbana de vocación cosmopolita al carácter visiblemente
autoritario de ejercer el poder por parte de Erdogan concretado en una serie de
hechos como la detención de la disidencia política, las restricciones
reaccionarias al consumo del alcohol, la edificación de grandes mezquitas como
modo de presión ejercido contra la laicidad, el control de la prensa mediante
el acoso a muchos periodistas y, finalmente, la represión violenta de las
manifestaciones de las últimas semanas. En el fondo, bulle el miedo que las
clases medias urbanas, profesionales, trabajadores y amplios sectores de la
juventud tienen al cambio que la agenda de Erdogan contempla para convertir a
la república laica en un Estado islamizado, donde las leyes civiles sean
suplantadas por el imperio de la Sharia.
A pesar de los triunfos del primer ministro sobre el ejército de
tradición kemalista, no hay que perder la perspectiva, porque las fuerzas
armadas siguen siendo el bastión de carácter fuertemente nacionalista,
autoritario y laicista en Turquía. No es probable, que se pueda plantear un
golpe, teledirigido y controlado por la cúpula del ejército, pero tendríamos
que preguntarnos qué podría ocurrir cuando, a la vuelta de las elecciones que
tendrán lugar en 2015, Erdogan intente
revalidar su mandato presentándose al cargo de Presidente de la
República con la clara intención de convertirse en el refundador del Estado
turco. Una cosa está clara, los modos autoritarios no son privativos del primer
ministro y, por otra parte, Turquía es un Estado democrático que hace
aflorar actitudes e ideas que no tienen
por qué ser democráticas, es decir, inherentemente liberales. El país se
encuentra bloqueado por una serie de contradicciones, confuso por determinadas paradojas
relacionadas con la UE y lastrado por un islamismo que pueden dar al traste con
el desarrollo de una cultura propia de una sociedad abierta. ¿Cuál será el
desenlace?. Eso digo yo. Mal Asunto.
*BERNARDO RABASSA
ASENJO
PRESIDENTE DE CLUBS Y FUNDACIONES LIBERALES. COMMODORE OF IBERIA OF IYFR. MIEMBRO
ASOCIADO DE ALIANZA LIBERAL EUROPEA (ALDE), PREMIO 1812
Presidente de clubs y fundaciones liberales. Miembro asociado de Alianza Liberal Europea (ALDE). Premio 1812 (2008). Premio Ciudadano Europeo 2013. Medalla al Mérito Cultural 2015. Psicólogo social. Embajador de Tabarnia. Presidente del partido político constitucionalista Despierta.
|
|