La densa bruma de la claudicación
jueves 27 de junio de 2013, 14:20h
Hay detrás de todo esto una bruma que oculta lo que parece estar pasando realmente.
De
manera global y casi sincronizada, las diferentes ciudadanías están
saliendo a la calle y clamando contra la clase política: en Turquía, en
Argentina, en Alemania, en Brasil, en Australia e, incluso, en la
hermética China. Resulta curioso cuando no extraño que la mayor parte
del planeta esté contra sus dirigentes. Y sin embargo, no se van; ahí
siguen todos, sonriendo.
Nada parece ir con ellos nunca. Uno los mira y observa con atención de
entomólogo. Son casi todos bastante malos, unos peores otros mejores,
pero dejan en general bastante que desear. Los mediterráneos, los
latinos, los asiáticos y los bálticos padecemos a los peores
gobernantes, pero no se libra nadie.
Por otra parte, es matemáticamente imposible que todos sean mediocres;
por mera cuestión probabilística, el mismo porcentaje de gente
brillante, trabajadora, honesta, entregada que hay en la sociedad civil
tiene que haberlo en la vida política.
Me pregunto dónde está el desfase, el gap, entre la realidad matemática y
la realidad percibida por tantos millones de personas por todo el
mundo. Seguro que habrá más explicaciones, pero se me antoja que el
problema tiene que residir en alguna parte del sistema en sí mismo.
¿Qué tipo de arquitectura hemos diseñado para que nuestras formas de
gobierno ya no respondan a los fines causales de seguridad y progreso
que los inspiraron? parece que olvidamos la esencia fundacional de
nuestro Contrato Social: los gobiernos los nombramos para nuestro bien,
el de la gente, el de eso que siempre llamo la ciudadanía y no al revés.
No puede ser tan difícil hacer las cosas razonablemente bien; y si lo
es, si es tan difícil, entonces debemos cambiar la forma en que nos
asociamos.
Cuando veo que en apenas unos meses las protecciones que
teníamos como sociedad se han diluido ante la mera invocación del
espectro de la crisis; cuando veo que desde ya mismo el agua nos cuesta
más cara y pronto valdrá un 50% más; que se está retirando la protección
sanitaria de la nación con el falso argumento de la gestión privada
(bastaría con implantar el modelo más eficiente puesto que la solución
no está en el origen del capital sino en la manera en que se gestiona);
que la seguridad de la vejez tras haber entregado una vida al trabajo (y
es la suma de todas las vidas laborales lo que constituye el hecho
social) se deshace convirtiéndose en un negocio y que esto está
ocurriendo país tras país en toda Europa, me da que alguien está
manejando a nuestros débiles gobernantes para desarrollar nuevos
mercados globales.
Estados Unidos y Europa acaban de firmar un convenio que derriba
barreras económicas y, dicho así, hasta suena bien. Lo que no se ha
publicitado suficientemente es que el acuerdo incluye la desaparición de
las protecciones a las excepciones culturales en industrias como el
cine o el teatro.
Hemos pasado de 45 días por año trabajado a 22 y todavía el FMI y otros
actores de enjundia (las agencias de rating, La SEK, la Comisión
Europea) nos dicen que es poco, que tenemos que "flexibilizar" más las
condiciones laborales. Se anula el sistema de becas económicas (exigir
una nota alta a las becas por cuestión económica es injusto; las becas
por excelencia son las que sí requieren nota alta) y se retira la
protección especial a los más débiles que dependen de terceros. ¿No es
extraño que en tan solo unos meses se haya desmantelado en Europa un
siglo y medio de construcción del bienestar social?
Últimamente se vuelve a oír con fuerza el runrún de la privatización de
Renfe. No importan ya los ejemplos; no importa que le sigan la
privatización del sistema de aguas o del alcantarillado o que no hayamos
sido capaces de establecer libros de texto gratuitos. Parece que hemos
claudicado, primero ellos, nuestros políticos, y luego casi todos
nosotros que renunciamos a exigir o la mejora o el mantenimiento del
statu quo, pero nunca el retroceso y la pérdida de beneficios.
No, no puede ser tan difícil; nos han vendido y no por maldad sino por cobardía. O inepcia.
@manuelpascua
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (4)
22329 | Charly AGONÍAS - 29/06/2013 @ 16:00:32 (GMT+1)
pascuamejia, leyendo su columna y los comentarios de sus lectores pienso: separar la política de la economía es absurdo. Todos votamos esperando que nuestra opción nos dé la clave de que crezcan nuestros ingresos y nos cobren menos obligaciónes.
Después pasa lo de siempre: se inflan los bolsillos, hacen un poco de escandalo en las cortes frente a la prensa, y al ciudadano que sueñe que los que vengan en las próximas elecciones serán mejores.
22321 | pascuamejia - 28/06/2013 @ 15:13:59 (GMT+1)
Totalmente de acuerdo, la economía se ha impuesto -y de qué manera- a la política y nos tienen a todos jodidos. También creo que por algún motivo que se me escapa no acabamos la ciudadanía de ponerlos a todos en su sitio y o es más difícil de lo que alcanzo a imaginar o, simplemente, es que están en la mamandurria y el trinque como bien dices.
Es como si se estuviera haciendo una limpia. Si te fijas, con la crisis en todas las ciudades aparecen locales vacíos de tiendas y pymes que no han aguantado el tirón y se van sustituyendo, tras negociar a la baja las rentas, por multinacionales que se apoderan de las tiendas. Ya pasó con los autoservicios y los ultramarinos en los 80 y liego con los supermercados pequeños y de barrio en los 90. Ha pasado con ferreterías y peluquerías: o te integras en una gran cadena o mueres. Algo huele a podrido en Dinamarca. Y en España. Y en Japón, y en USA y en Alemania....
22311 | kroker - 27/06/2013 @ 17:34:30 (GMT+1)
Corolario:resumiendo en un sola frase:esto es el resultado de que la economía de imponga a la política.
22310 | kroker - 27/06/2013 @ 17:26:09 (GMT+1)
Resulta evidente que todos los ciudadanos del mundo no pueden equivocarse, aunque las causas de esa indignación sean por motivos múltiples. El problema no reside tanto en los políticos sino en los poderes económicos, sean legales o no. El capitalismo se ha convertido en una trampa de la por ahora no hay salida, y no porque el sistema tenga imperfecciones (que las tiene y muchas), sino por estas mismas se han impuesto al buen funcionamiento del sistema.
Se habla mucho de la libre competencia, el libre mercado etc., pero se olvidan que hoy por hoy (unos más otros menos), no existe, pues está supeditada algo más insidioso que es la corrupción. Hasta no hace mucho, el paradigma de las grandes empresas era fusionarse, para ser cada vez más poderosas y así poder influir en mayor medida en el mercado; todos se pusieron manos a la obra, y ahora tenemos empresas en todos los países, que manejan más dinero que muchos estados medianos (de los pequeños mejor nos olvidamos). No hemos aprendido la lección básica del capitalismo, que ya los americanos intuyeron en el siglo XIX con la leyes anti trust.
Las empresas solo buscan el beneficio a corto plazo, hacer montañas de dinero, no se sabe muy bien para qué, puesto que al final si empobreces a todo el mundo, te puedes meter el dinero por donde te sientas. Los bienes, que hasta ahora se consideraban como de todos (o casi), los quieren privatizar, con lo cual, en lugar de producir nuevos bienes de consumo, para que una sociedad opulenta los demande, lo que se hace es empobrecer, pues ahora toca hacer negocio con los bienes/servicios básicos como el agua, más adelante quizá con el aire (bueno de hecho ya se hace con las cuotas de contaminación), etc.
El caso es que la única economía boyante hoy día es la china; una economía que no se molesta casi en investigar productos, sino en copiar los ya existentes, y aprovechado la grandes montañas de dólares acumulados, los ínfimos salarios, los nulos derechos de los trabajadores, han parasitando todo el sistema, pudriendo las economías occidentales, imponiendo además los precios a las materias primas. No se ha puesto freno a esto porque todos los políticos de cualquier estado tienen un precio.
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