El mal existe, y es vulgar
miércoles 19 de junio de 2013, 16:21h
El mal existe, y es vulgar. Ahí está,
miserabilizando con su presencia y su voz horrísona las ondas, y las
pantallas, y los periódicos, ese José Bretón en el que nadie repararía
si no hubiera asesinado presuntamente a sus hijos y, de otra manera, a
la madre de ellos. Ésta, la infortunada Ruth, no describe al reo ante el
Tribunal como un monstruo, sin como un tipo corriente, bien que en su
modalidad chunga. Pero las calles, y las casas, y las familias, están
llenas de gente así. Maniático, impaciente, dominador, egoísta, frío,
acomplejado, cruel, cobarde, ordinario, inculto, procaz, desconfiado,
rencoroso, inseguro, mendaz, falso... ¿Cuántos hay así?
No todos, ciertamente, matan a sus hijos, sino sólo aquellos que
suman a su extrema vulgaridad el ingrediente, letal en tantos casos, de
la psicopatía, ese tósigo de la mente que abole la empatía, el
sentimiento, la compasión, pero con el que, al parecer, se puede rular
por el mundo y hasta escalar, aunque no es el caso de Bretón, altas
cotas sociales. El mal existe, pero es vulgar. Por serlo, por tener
penetrado en sus distintas formas todo el tejido social, el oprobio, la
injusticia y la violencia reinan en el mundo. Bretón, un ínfimo, vulgar
entre los vulgares, no ha podido extender el daño fuera del radio
familiar, que no es poco para sus víctimas, pero los hay que, tan
torcidos como él, sí pueden, y lo extienden, y destruyen cuanto debieran
amar.
Las secreciones del mal se filtran cada día en la vida ordinaria, y
algunas de ellas hasta horrorizan a la CEOE. La cúpula de los
empresarios ha desautorizado, por considerarlas hirientes incluso para
su sensibilidad, las declaraciones de ese miembro de ella que atiende al
nombre de José de la Cavada y que se ocupa, nada menos que como
director, de las relaciones laborales. Según éste ciudadano, cuatro días
de permiso, los que la ley otorga, son demasiados para los trabajadores
a los que se les muere el padre, o la madre, o un hijo, o un hermano, o
el marido, o la esposa, y deben enterrarlos y despedirse de ellos. Y lo
ilustra diciendo que hoy se va en AVE, no en diligencia, y luego, ante
el escándalo y la reprobación de sus pares, se disculpa sumariamente por
si lastimó alguna sensibilidad. El mal existe, y es vulgar.