Parece que
la consigna ahora es rebajar la tensión del futuro. Llevamos todo el reinado de
Rajoy con la profecía constante de que todo va a ir a peor, con el anuncio -y
su cumplimiento inmediato- de que se nos venía la catástrofe encima, y se nos
vino. Y ahora parece que nos relajan un poquito, que en verano las cosas se ven
de otro modo. Pues a lo mejor también se autocumple. Y aunque quitarse el traje
de cenizo, sobre todo si no se tiene uno nuevo, es difícil, hay que intentarlo.
Así que con esos ánimos me fui a la Fiesta de Planeta.
Me cuentan
que el edificio emblemático de Castellana, que fue una muy buena idea de Ymelda Navajo, y que, cuando abre sus
terrazas, como el viernes pasado, te ofrece unas espectaculares vistas de todo
Madrid -y qué belleza el poniente en Madrid- va a ser destinado a otros usos;
que las editoriales del grupo, convenientemente adelgazadas, me temo, se
trasladan al edificio de La Razón.... Ay, yo preferiría que nos fuéramos -yo soy
autora de la casa- a Antena 3, palabra. O mejor: a la Sexta, aunque no tenga ni
idea de donde están, físicamente, ninguno de los tres medios de José Manuel Lara. Pero el viernes, las
dos terrazas estaban llenas a rebosar de fumadores y de no fumadores, la noche
era cálida y había gente hasta en la "zona de mayorones", el salón rotonda que
siempre me represento acristalado, aunque no lo esté enteramente.
La cuadra del grupo Planeta ha
rejuvenecido. Mucho. Así que hay mucha gente que no conozco, y también se me
cruzan muchos fantasmas, muchos que sí conocía pero ya no están. Están Pepe Martín y Silvia Martín, y a un momento dado, Ana Gavín -qué anfitriona perfecta- hace que nos mimen,
cocteleramente hablando. Rosa Montero
me dice que hacía como quince años que no nos veíamos, santo dios. Y con Natibel Preciado, y con Angela Vallvey, escuchamos atentamente
a Almudena Solano, que cuenta de qué
va su novela Efectos secundarios, en
la que los protagonistas son nuestros inseparables Lexatín, Ibuprofeno,
Orfidal..... vamos, los medicamentos que han crecido exponencialmente con la
crisis. De lejos veo a Javier Reverte
y a Juana Salabert: al final nos
desencontramos, con lo que nos queremos. Y más de cerca a Juana Vázquez y a Mercedes
Montmany.... Con Jesús Pardo de
Santayana quedamos en vernos en Julio, sin falta, y Fernando Sánchez Dragó me cuenta que su hijo pequeñín, un bebé, que
está estos días en Japón, le está dando una felicidad desconocida. Me pregunta
por su prima Lourdes Ortiz, que no
ha venido. Con Sheyla Cremaschi
recordamos aquel combate de boxeo -primero y último de mi vida, aunque nunca se
pueda decir de este agua no beberé- en un lejano y semiclandestino gimnasio
porteño, donde nos presentó al que hoy es gobernador de la provincia de Buenos
Aires, Daniel Scioli. José María Beneyto y Martín Casariego me prometen sus
últimos libros, y lo mismo hace mi amigo Vicente
Molina Foix, con un pie en Madrid y el otro en Marruecos. Y Carlos Díaz, el periodista con quien me
encuentro a diario en la red, me presenta a Vampirella, es decir, a Paloma
Aznar, la estupenda periodista y muchas cosas más, y no a la superwoman del
comic.
Habría más
gente, claro. Mucha más. Antes de irme hago un guiño a un fantasma al que hoy
extraño particularmente: Terenci Moix.
Y cuando acabo esta columna, me entero de que Jesús Ferrero ha ganado el premio de narración breve de la UNED,
por su cuento, El Paraíso.
Enhorabuena, Jesús. Esto hay que celebrarlo.
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