La fractura con las víctimas
martes 18 de junio de 2013, 16:41h
Las víctimas del terrorismo de ETA creían que con la llegada del
Partido Popular al poder iba a cobrar fuerza la política terrorista que
había conseguido obligar a la organización a esconderse en sus guaridas.
Tras la derrota social, esperaban que la presión policial y política,
nacional e internacional, llevara al único fin posible: la entrega de
las armas, el abandono de la lucha armada, la detención de los asesinos y
su juicio. Luego, más tarde, tal vez podríamos hablar de misericordia,
de perdón. Nunca de olvido porque nadie puede olvidar a tantas víctimas
inocentes ni el terrible e irreparable daño que ha causado a sus
familias, al pueblo vasco y a todos los españoles una historia terrible
que dura más de cuarenta años.
Hoy, las víctimas están lejos de pensar lo mismo. No sé si se
sienten traicionadas, pero seguro que están decepcionadas,
desesperanzadas. ETA no sólo no entrega las armas sino que se permite
delictivos actos masivos de exaltación terrorista en Biarritz, sus
simpatizantes o defensores están en el poder en numerosas instituciones
vascas, algunos de los detenidos gozan de permisos penitenciarios como
si fueran pobres delincuentes víctimas de la sociedad, o incluso están
en libertad por increíbles "razones humanitarias" que ellos nunca
tuvieron respecto de sus víctimas. Y el Gobierno mira hacia otro
lado.
En lugar de pedir perdón por sus crímenes, las víctimas de ETA
tienen que escuchar de la boca de los terroristas que "hemos sufrido
ataques que han provocado desapariciones daños y muertes. En ellos se
encuentran involucrados los Estados español y francés". Impunemente, sin
vergüenza. Tiene que ser insoportable escuchar eso delante de la tumba
de tantos seres queridos.
Sus familias, sus amigos tienen miedo de que se vuelva borrosa la
memoria de las víctimas. De que la condena social acabe difuminada por
culpa de la pasividad intencionada. De que para firmar la paz, algunos
estén dispuestos a olvidar todo. Absolutamente todo. De que las cesiones
sean tantas que incluyan el holocausto de las víctimas, especialmente
eso. De que las instituciones parezcan estar dispuestas a ponerse al
servicio de la impunidad de los asesinos. Miedo de que se repitan viejas
historias y se cometa una nueva indignidad que prive a las víctimas de
su derecho irrenunciable a la Justicia. Yo aprendí de un sabio justo,
Antonio Beristáin, que "en la duda, siempre con las víctimas". De ahí no
debería moverse nunca no ya el Gobierno, sino cualquier persona de
buena voluntad. Los otros ya sabemos quiénes son.