Pues
sí, querido lector, querida lectora; sorprendente pero cierto: todavía se
inauguran cosas. El AVE a Alicante, por ejemplo. Todo un acontecimiento,
especialmente teniendo en cuenta que la última vez que se celebró un fasto
semejante fue allá por diciembre de 2010, el primer viaje del tren cuasi
supersónico a Valencia. Muchas cosas han ocurrido en estos dos años y medio,
entre ellas que el español medio se ha empobrecido un poco más, que ha perdido
confianza en el cambio político y que las expectativas de nuevos fastos en
obras públicas se debilitan. Y, claro, también ha ocurrido que la presencia de
los más altos mandatarios del Estado en estos eventos implican huir de la foto
con el imputado/a de turno.
Lástima
que la grandeza del acto se ensombrezca por el recuerdo de la corruptela local,
tantas veces impulsada por los mismísimos munícipes. Porque una
universidad, la de La Laguna,
nos ha regalado un estudio según el cual en los últimos diez años se han
producido más de ochocientos casos de corrupción urbanística -de las otras ya
ni hablamos-en municipios de toda España; así, más de la mitad de las
localidades murcianas se han visto afectadas por algún caso de corrupción
urbanística municipal; en Canarias, el porcentaje es de casi un cuarenta por
ciento, en Baleares del 35,8, en Madrid el 25,7, en Andalucía el 20 por ciento
y en la Comunidad Valenciana
'solamente' el 17,3 por ciento de sus municipios han sentido la 'mordida'
oficial. Vamos, que no pocas veces se han acometido obras públicas pensando en
'porcentajes', estoy seguro de que usted, querido lector, querida lectora, me
entiende.
Claro,
con estos datos desoladores en la mano, apenas sorprende que los españoles
desconfíen de las inauguraciones: hemos construido demasiados centros
deportivos y culturales en los que no hay deporte ni cultura, multitud de
rotondas -tan feas, por cierto, la mayoría--, decenas de supercarreteras de
peaje que siguen perfectamente intransitadas...España es un país de grandes
infraestructuras -ya las quisieran para sí algunos Estados europeos de los
verdaderamente ricos--, muchas absolutamente innecesarias. Que no digo yo, Dios
me libre, que este sea el caso del AVE a Alicante. Todo lo contrario: ese tramo
va a facilitar la vida a muchos ciudadanos. Pero sí es cierto que las demandas
de un tren de alta velocidad para tantos destinos en España han sido excesivas
y poco razonadas, como es verdad que el faraonismo de tantos munícipes ha
contribuido a que las arcas estén como están (las públicas, que algunas
privadas se hallan, en cambio, en mucho mejor estado).
Bueno,
pero no amarguemos ahora la fiesta alicantina, la maravillosa ciudad tan
polémicamente regida. Es bueno que aún se inauguren cosas de valor para el
español medio. Entre otras cosas, porque ello nos demuestra que aún
seguimos en el machito. Enhorabuena a quien corresponda. Que no es, desde
luego, cierta alcaldesa de cuyo nombre prefiero no acordarme.
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