lunes 17 de junio de 2013, 09:10h
Dicen los jóvenes delfines de la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) que ya no están solos, que en estos últimos tiempos, muchos otros jóvenes, cuyos padres huyeron del campo a la
ciudad, buscando horizontes mejores, hacen ahora el camino de vuelta al pueblo aburridos ya de
no encontrar trabajo en la metrópoli. Tanto es así que según aseguran estos jóvenes agricultores organizados, en el último año ha habido un
incremento de las solicitudes de incorporación a este sector del 70 por ciento.
Según parece, estos jóvenes neoconversos
al agro valoran especialmente de
su nuevo y obligado entorno de trabajo
la independencia que existe para tomar decisiones o las relaciones entre compañeros. Por contra,
la rentabilidad económica o la extrema
dificultad para poder compaginar el
trabajo con otras actividades son las que menos satisfacción les ofrecen.
Nuevas realidades
Supongo que
esto de intentar compaginar la nueva actividad con otras, lo dicen desde el más puro y
candoroso desconocimiento de la
realidad en la que se verán envueltos a partir de ahora,
porque el campo y su
entorno son asuntos
tan complejos y apasionantes a la vez, que les faltarán horas al día para
hacerse a sus nuevas actividades. Tendrán que aprender qué significan ciertos términos, y más adelante,
y sin solución de continuidad, en menos de un año, habrán de aprender a hacerlo. Me refiero, entre otras decenas y decenas de
cosas, a cultivar, plantar, sembrar, labrar, roturar, arar,
explotar, trasplantar, colonizar, repoblar, escardar, binar, abonar, cavar,
excavar, remover, barbechar, regar, rastrillar, dallar, desbarbillar,
desherbar, desterronar, carpir, beneficiar, abancalar, asurcar, desfondar,
alomar, bieldar, escarificar, injertar, cosechar, recolectar, segar, aventar,
trillar, cribar, podar...
Vaya por delante que, aunque soy de pueblo (conquense y, por más señas, de un municipio
de menos de 1.000 habitantes), he oído hablar de todos y cada uno de
esos términos desde mi más tierna infancia
y que, por si eso fuera poco, sé también
lo que significa cada uno de
ellos, pero confieso al mismo
tiempo que he tenido que recurrir al
extraordinario e irremplazable Diccionario
de ideas afines, de Fernando Corripio para
recobrar de la memoria tantos
términos ad hoc.
Conozco,
en efecto, las actividades y, aunque no en primera persona, la dificultad que entraña cada una de ellas. No provengo de familia agricultora pero sé perfectamente, sin embargo, que todas y cada
una exigen un conocimiento y una
habilidad tales que no
es nada fácil aprenderlas de buenas a primeras y que, además de un
gran interés, la experiencia es
absolutamente necesaria y que
aquí no basta nunca con la teoría, por bien aprendida que se tenga.
La ventaja para los neófitos, es
que la gente de pueblo no se guarda nada para sí, y es siempre generosa
a la hora de transmitir experiencias, de modo que podrán contrastar si este año y para esta tierra lo
prioritario es ahora, hacer el cavado, la siembra, la plantación, la
binadura, el gradeo, elegir el abono, hacer la deshierba, el riego, la recolección, la cosecha, la siega,
la criba, poda, injerto, rastrillado, trilla o si es o no conveniente hacer ya
la rotación de cultivos.
Mucho me temo, en fin, que el retorno
al origen paterno, va a
suponer en estos jóvenes neoagricultores un cambio radical de actitudes
y una gran capacidad de adaptación,
no menor de la que tuvieron que hacer
sus padres o abuelos cuando un buen día decidieron salir del
pueblo en busca de mejores
perspectivas para ellos y los
suyos. Lo importante, como en todo, es
tener los ojos bien abiertos, los oídos
siempre atentos para aprender de quien sabe más y, por supuesto, adaptarse a esta nueva realidad.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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