La
privacidad y la intimidad de las personas individuales están en el
fondo de una auténtica 'guerra de las galaxias' que enfrenta no
solamente a los Estados con sus ciudadanos, sino a las naciones más
poderosas entre sí. Los casos de los espionajes masivos a particulares
en Estados Unidos y el contencioso que enfrenta, por el dominio de las
redes de Internet, a Washington con Pekín, con Rusia como 'espectador
atento', son meros indicios de la batalla que se está librando en los
subterráneos; no falta algún 'Estado gamberro' que opine que, quien
controle a más y mejores 'hackers', se estará haciendo con el control
del mundo. De esto es de lo que hablamos, nada menos.
La
'guerra de las galaxias' afecta de manera directa a todos y cada uno de
nosotros: ya nos advirtió el mismísimo
Obama -con la complicidad nada
sorprendente de
Putin -que la seguridad afecta necesariamente a parcelas
de la libertad de los ciudadanos. Lo malo es no saber quién decide a qué
ciudadanos, o colectivos, afecta este dogma emitido desde los poderes
ejecutivos de las superpotencias, y en qué medida les afecta. ¿Cuánto es
el grado de libertad que se recorta?¿Se dirige la sospecha contra quien
podría -podría-cometer un delito, contra ciudadanos importantes que
podrían ser objeto de chantajes, contra cualquiera, en plan aleatorio?
Alguna
vez he dicho que, con su manejo de los casos
Assange-soldado
Manning y
de
Edgard Snowden, el 'topo' que filtró el espionaje de EE.UU contra
ciudadanos, empresas y colectivos, Obama ha perdido una parte importante
de su prestigio, al menos ante mis ojos. Al intentar justificar lo que
para mí es injustificable -admito que el tema es polémico--, el
presidente norteamericano ha dejado de ser un adalid de las libertades y
de los derechos humanos, a cuya sombra se cobijaron muchos de los votos
que recibió.
Claro
que el desprecio por algunas libertades civiles se exporta. Aquí, en
España, nadie se escandaliza, al parecer, por que el ministro de
Justicia proponga meter 'troyanos' en nuestros ordenadores, o ante el
hecho de que una transcripción de la declaración del presidente del
Senado ante el juez, en relación con los sobresueldos de políticos del
PP, se reproduzca en una radio nacional, filtrada a saber por quién. Son
dos ejemplos, pero usted, querido lector, sabe que podrían ponerse
muchos, muchos más: este es el país de las filtraciones de sumarios, de
los espías de Método3, de los 'pinchazos' telefónicos masivos.
La
pérdida de la seguridad jurídica es el principal ingrediente para la
caída de la calidad de una democracia, o de la democracia misma. Me
atrevería a decir que prefiero arriesgarme a afrontar alguna parcela de
inseguridad antes que tener la seguridad de que algún(os) gran(des)
hermano(s) tienen un excesivo interés en mantener sus propias
seguridades...a mi costa.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>