lunes 10 de junio de 2013, 10:16h
Hace pocos
días, el Ministro de Defensa francés Jean-Yves Le Drian, consideró oportuno
suspender, por "motivos de agenda", la visita que le había solicitado el
insoportable Artur Mas, presidente de la Generalitat y, como tal, primera autoridad del Estado
español en Cataluña, pedida bajo pretexto de desempeñar el citado ministro, por
circunstancias ajenas a su cargo gubernativo, la presidencia de una Unión de
Regiones Mediterráneas Europeas. El inefable Mas se está convirtiendo
afanosamente en una caricatura del nacionalismo admitido y aceptado, como un
típico "ninot" colocado vistosamente sobre la estructura de un monumento
fallero oficialmente subvencionado. Aunque se hunda en las recientes encuestas
y no tenga garantizado ni el apoyo de sus imprescindibles aliados, ni la
lealtad de sus consejeros, Mas patrocina planes de Estado, como si ejerciese
poderes absolutos y vitalicios, sin respetar los límites del marco competencial
que le conceden las leyes ni tener en cuenta la creciente desconfianza hacia su
persona del electorado catalán. Y como ha sucedido varias veces, en las
historias de megalómanos comarcanos, sueña con soldaditos.
Es difícil
imaginar niveles de tontería tan sublime como intentar mentar asuntos de
naturaleza militar cuando no se dispone de un ejército propio. Pero peor es
estar jugando con recortables de soldaditos de papel dentro de unas teóricas
"estructuras de Estado". Unos días se lee que los estrategas de la "masía"
estudian la posibilidad de fichar a un inimaginable traidor, militar de carrera
del ejército español, para que organice el desfile, se supone que terrestre,
por supuesto, de unos mozos presuntamente aguerridos. Otros días se lee que,
una vez reclutados, los aguerridos mozos se podrían ofrecer al Cuerpo de
Ejército Europeo, la inmadura unidad nunca fogueada con la que algunas naciones
de la Unión Europea, entre ellas España, experimentan los problemas que supone
el manejo de una tropa internacionalizada y a la cual no le faltaría más que
para complicar sus cuadros, con introducir identidades étnicas regionales, incompatibles
y conflictivas. Otras veces se les ocurre a los imaginativos felones que podía
"interesar" asumir la defensa de Cataluña a la República Francesa, aunque sea a
costa de renunciar al símbolo más inconfundible de soberanía a la que dicen
aspirar. Todo este conjunto de mentecateces está adobado por la más absoluta
ignorancia de lo que es la política de defensa occidental en nuestra época y,
especialmente, de cuáles son las amenazas a que hace frente en ese Mediterráneo
que baña las costas, puertos, aeropuertos, zonas industriales, centros
energéticos y lugares turísticos de Cataluña.
Estos
nacionalistas insolventes piensan, por lo que se trasluce de sus conciliábulos,
en una especie de "infiel infantería" cuando el tema está planteado,
especialmente en una zona costera, en términos navales y aéreos, en satélites
de observación, en sistemas antimisiles, en guerra electrónica, en control de
comunicaciones vitales para Europa, todo ello coordinado en grandes áreas de
cooperación, no solo a nivel continental sino trasatlántico, dentro de las
estructuras militares integradas de la OTAN. El mundo occidental, con
convulsiones evidentes en la ribera mediterránea y amenazas a medio plazo,
inclusive de naturaleza nuclear, no puede permitirse el lujo de que se abra un
boquete inerme con unos hipotéticos mozos aguerridos de insospechada vocación
en la zona oriental de la Península Ibérica y, por ello, tanto las facilidades
cooperativas y sus bases, centros de control de satélites, servicios de
inteligencia y apoyos logísticos intercomunicados están planificados y
programados de tal forma que la idea de crear una tropilla independentista,
dirigida por un presunto traidor, es algo que no se concibe ni como la
hipótesis más calenturienta. Es una inmensa estupidez que solo sirve para
recordar, inoportunamente, la importancia de las armas como la "ultima ratio
regnum".
Lo único que
sorprende de estas elucubraciones, a la sombra de Artur Mas y sus teóricos
planificadores, es que puedan seguir disparatando sin réplica. Da la impresión
que el Gobierno de España ha adoptado la actitud de tolerar sin avergonzarse las
cosas de Artur Mas, como un padre que mira indolentemente las travesuras de un
hijo malcriado. Como mucho se ha reducido el tratamiento del insensato
malcriado a un conflicto puramente jurídico que se deja a los resultados de
recursos judiciales. Pero las teclas que intenta tocar, en verdad que con poco
éxito, Artur Mas van más allá de la responsabilidad de los jueces. Son los
poderes políticos del Estado, ejecutivo y legislativo, los que tienen que
garantizar la unidad nacional y la exigible lealtad de las autoridades
territoriales, por autónomas que sean, en sus pasos fuera de sus competencias
concretas. No puede contemplarse pasivamente el cultivo de gérmenes malignos
sin aplicar antibióticos. Hay que recordar aquello que escribió, en su día, el
poeta y premio Nobel William B. Yeats: "Lo único necesario para el triunfo del
mal es que los buenos no hagan nada". Esperemos que, recordando el bando del "conseller"
Casanova en 1.714, alguien, por fin, haga algo "por su honor, por la Patria y
por la libertad de España".
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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