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OPINIÓN/Víctor Gijón

Diego no distingue demócratas de piratas

Diego no distingue demócratas de piratas

miércoles 31 de octubre de 2007, 14:48h
Era mucho pedir que Ignacio Diego distinguiera entre un acto democrático y uno de piratería. En todo caso, y diga lo que diga Diego, toca cumplir lo acordado. El PP aceptó someter el caso del alcalde tránsfuga de Castro Urdiales a una comisión de expertos.
Y su dictamen es claro como el agua: el PP al votar a Muguruza, después de que este dejara el PRC, organización por la que fue elegido, contribuyó al nefando pecado político del tránsfuguismo. Toca por tantos restituir la legalidad y dejar que sean los partidos políticos, y no los individuos de ambiciones grandes y ningún escrúpulo, los que negocien las mayorías para nombrar nuevo alcalde en Castro Urdiales.

La respuesta de Diego, que parece ignorar los acuerdos nacionales suscritos por su partido, intenta coloca al mismo nivel los pactos entre partidos, realizados con luz y taquígrafos, que los apaños urdidos en obscuros atajos. Pretende Diego cambiar a un delincuente político, ascendido a la gloria con los votos de los concejales populares, por alcaldes elegidos democráticamente en base a un pacto político suscrito ante la opinión publica por dos partidos democráticos: PRC y PSOE. Que Diego quiera salvar su culo --fue el instigador del pacto secreto con Muguruza y de otros pactos que acabaron en traición, como el de Bezana-- no es razón para que intente que los cántabros comulguemos con ruedas de molino.

Resulta sorprendente que dirigentes del PP que no hace tanto tiempo alardeaban de haber traído la normalidad a Cantabria acabando con el tránsfuga de todos los tránsfugas, Juan Hormaechea, guarden un cómplice silencio. En democracia no hay atajos ni todo depende del color del cristal. Hace algunos años escribí, creo recordar que desde el diario Alerta, del que era entonces su director, un artículo negando que hubiera tránsfugas buenos o malos, dependiendo de a quién hubieran traicionado y por qué.

Repito el argumento: quien siendo elegido con el apoyo, el dinero, la fuerza militante y la confianza depositada en un partido decide apropiarse en beneficio propio del estatus obtenido, es, lisa y llanamente, un delincuente político y como tal debe ser tratado por los partidos democráticos. Las razones que expone el tránsfuga para su traición están viciadas de origen. Si discrepa, lo honesto es dejar el partido y el cargo institucional y presentarse a las siguientes elecciones con formación política propia o prestada. Pocos han seguido ese camino y los que lo hicieron, con la excepción de Hormaechea que barrió al partido al que traicionó, el PP, pagaron caro en las urnas su osadía y desprecio por las reglas del juego. ¿Quieren ejemplos?.
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