Pero ¿a quién se le ha ocurrido celebrar nada menos que una
gran convención política del Partido Popular este sábado en Peñíscola,
territorio de la Comunidad Valenciana?
Quién sabe lo que anida en las brillantes mentes de algunos estrategas del
partido que sustenta al Gobierno de la nación. Y, dentro del territorio de la Comunidad más castigada
por los casos de corrupción que campan por la piel de toro, ¿por qué Peñíscola?
Aquí sí que la respuesta es fácil: es el único punto de la Comunidad levantina en
el que no hay ningún imputado 'político' del PP. Y es ahí, en el
parador de Peñíscola, donde
Mariano Rajoy se encerrará a conmemorar los cinco
años transcurridos desde que, junio de 2008, salió reelegido presidente del PP,
precisamente en la capital del Turia, tras soportar conspiraciones internas,
defecciones, alfilerazos y todo tipo de puñeterías procedentes de los propios,
que ya se sabe que hay enemigos, enemigos a muerte y correligionarios.
Ahora, Rajoy tiene que clausurar la magna convención
levantina en medio de un panorama que, sinceramente, yo no envidiaría: el
presidente de la
Generalitat,
Alberto Fabra, y la alcaldesa valenciana,
Rita
Barberá, sostienen unas relaciones algo peores que malas;
Fabra, a quien se
acusa de clara falta de liderazgo, hasta el punto de que casi contrata a un
'coacher' para darle seguridad, trata de echar al diputado
Rafael
Blasco, acusado de graves irregularidades, pero que se niega a marcharse,
alegando que es inocente de cualquier desviación; cuchufletas aseguradas.
Y luego, claro, resulta que hay dos alcaldes y medio de las
tres capitales de provincia de la
Comunidad imputados, lo mismo que otros alcaldes de otras
varias localidades, un ex presidente de Diputación y un ex presidente de la Comunidad que está a
punto de imputación. Casi nada. Así que la Convención, que un
malhadado día se había decidido que se celebraría en territorio levantino, no
podía tener lugar ni en el Alicante de la polémica -por decir lo menos--
alcaldesa
Sonia Castedo, ni en el Castellón de
Bataller, ni en la Valencia de Rita Barberá,
sobre quien también pende la espada de Damocles de la imputación por presuntos
favores en el 'caso Nóos', aunque quien suscribe tiene para sí que
la carismática alcaldesa de la capital valenciana se librará del mal trago. Así
que la designada fue Peñíscola, la ciudad rodeada de mar, inexpugnable a
tentaciones demasiado terrenales.
Lo peor, desde el punto de vista de la imagen, es que todo
el mundo tendrá la vista puesta este fin de semana en esta Comunidad, que,
justa o injustamente -más bien lo primero, temo--, se ha convertido en el
paradigma de las malas prácticas políticas. Y hasta allí van a llevar, este
sábado, a un Mariano Rajoy de quien todos vivimos esperando un gran discurso
político que no llega, una completa regeneración de los usos políticos de este
país nuestro y un viraje de timón que jamás se produce. Y, en las cenagosas
aguas de los subterráneos valencianos, aún menos.
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