Una
víctima de bebés robados narra su caso en primera persona en Diariocrítico
Dolores Piñuela: 'Hace 47 años que todos los días pienso en el hijo que me robaron'
jueves 06 de junio de 2013, 17:22h
Desde
hace 47 años, Dolores Piñuela arrastra una duda que a duras penas la deja vivir:
cree que la ya fallecida monja Sor María, sola o más bien en compañía de otros, le robó
su hijo nada más nacer. Dolores tiene indicios para creer que fue víctima de
una banda criminal que supuestamente se dedicaba a robar bebés en la madrileña
clínica "Casa de la Madre". Entonces la amenazaron con el
cuartelillo, con la cárcel y hasta con el manicomio. Ahora, la Audiencia
Provincial de Madrid ha abierto su caso y ha llamado a declarar al médico que
la atendió. Su historia es desgarradora y Dolores la cuenta para Diariocrítico
en primera persona.
Regresé
de vuelta a España para dar a luz a mi primer hijo. No quería dar a luz en
Suiza, donde residía entonces y cuyo idioma desconocía. Mis compañeras de
trabajo o bien eran españolas o bien eran italianas, así que lo que menos
dominaba era el alemán. Durante mi embarazo, las correspondientes revisiones las
había pasado en Suiza, pero a partir de octubre de 1966 quise que me revisaran
en España, a donde había regresado, como digo, para dar a luz.
Las
cosas siguieron su cauce, hasta que en la noche del 27 al 28 de noviembre de
1966 empecé con contracciones. Mi marido y mi madre me llevaron corriendo a la
clínica concertada 'Casa de la Madre', en el número 120 de la calle Goya, de
Madrid. Los médicos me examinaron y me 'acomodaron' en lo que muy generosamente
podríamos llamar 'una habitación' -simplemente tenía una cama- en la última
planta del edificio. Tan extraña era aquella habitación de hospital que, para
ir al baño, por ejemplo, tenía que bajar unas escaleras. Me extrañó
sobremanera, porque yo iba 'de paga', es decir, en 'zona privada', y pensé que
ese 'servicio' dejaba mucho que desear.
Para
mayor sorpresa mía y de mi familia estuve dos largos días con contracciones,
pero completamente aislada: no permitieron en ningún momento que viese a mi
esposo o a mi madre. ¿Era esto normal?, pensaba entonces, y pienso ahora. En
varias ocasiones pedí que se me hiciera una cesárea, pero la respuesta de los
médicos fue que no era necesario.
Por
fin, el 30 de noviembre del 1966 subió una doctora, o quizá era una matrona (no
sé ni el cargo ni el nombre, porque esa persona nunca se identificó) a
explorarme y llamó corriendo por un interfono para comentar que o me bajaban al
quirófano o mi vida corría peligro. En esa situación fui anestesiada hasta tal
límite que se temió por mi vida... y ya no supe nada más... Cuando me desperté me
dijeron que mi bebé había fallecido.
La
impresión fue fortísima, como se puede comprender, pero ahí estaba yo, hundida
en mi habitación, cuando una señora de presencia acomodada se interesó por mi
estado, e incluso me preguntó por posibles enfermedades que hubiera podido
padecer durante mi infancia. Esa señora me comentó que había tenido un bebé
hacia tan sólo dos días, por cesárea, y que ya la habían dado el alta.
En
aquel momento, una pregunta cruzó por mi mente: ¿cómo es posible que en tan sólo
dos días aquella señora tuviera el alta con una cesárea de por medio y hasta se
pudiera calzar con zapatos de tacón y apareciera recién peinada de peluquería?
Algo que me dijo que aquello no podía ser.
Mis
sospechas de que algo extraño estaba ocurriendo en aquella clínica fueron a
más, hasta que una auxiliar de enfermería con la que yo compartí mi gran pena terminó
por confesarme que mi bebé no había fallecido, sino que había sido entregado a
otra señora. En ese instante entró una monja, agarró a la auxiliar por el brazo,
la zarandeó, la amenazó y la sacó a empujones de la habitación.
Mi
madre, que siempre estuvo conmigo en aquel mal trance, pidió en reiteradas
veces que le mostrasen el bebe fallecido, ya que había conseguido ver a mi niño
vivo poco después de nacer. Eso sí, ya le habían avisado de que no se hiciera
ilusiones, que el bebé no viviría mucho. Pero luego, cuando mi marido y mi madre
exigieron que les enseñaran el cuerpo del niño, se les intentó engañar con un
bebé que estaba helado, con pelo largo, muy oscuro y por su volumen dedujeron
que tenia meses, no días.
Las
sospechas fueron en aumento y comenzó la tensión. A mi madre la amenazaron con 'llevarla
al cuartel', y a mí con elaborar un informe psiquiátrico para encerrarme en un
manicomio, alegando que no era capaz de superar la muerte de mi primogénito. No
nos quedó otro remedio que callarnos... Se podrá comprender fácilmente que en
1966 la dictadura en España era aún muy rígida.
En
la actualidad, después de subir a Internet varios avisos de búsqueda, mi hija puso
denuncia judicial de lo sucedido. Inicialmente, mi caso fue archivado por la
Fiscaliza y en el Juzgado varias veces, hasta que llegó a la Audiencia
Provincial de Madrid.
El
7 de marzo de este año se llevó a cabo la deliberación del caso y... ahora sí: la
Audiencia Provincial considera que se consolidan suficientes indicios, entre
ellos que el enterramiento del niño que di a luz corriera a cargo de la
clínica, cuando nosotros teníamos y tenemos contratada una póliza de decesos, o
la particularidad puesta de relieve por la Comunidad de Madrid, cuando remitió
la documentación que le fue solicitada, de una inscripción perteneciente a un
niño nacido el 30 de noviembre de 1966 y que fue bautizado el 4 de diciembre
siguiente, en la que consta tachado con una raya como nombre de la madre
"Dolores Piñuela" y debajo indica otro nombre. Después de varios escritos de
propuestas por parte de nuestro letrado Fernando Pamos de la Hoz, la Audiencia
nos da la razón.
Se
ha citado para el próximo 10 de septiembre al Dr. Fernando Pinedo en calidad de
testigo. Fue el que me atendió en el parto. No es posible la declaración que
también se solicitó en su día de Dña. María Gómez Valbuena, que, según se ha
informado ampliamente en los medios de comunicación, 'ha fallecido'.
Hace
46 años que todos los días pienso en mi hijo y lo cruel que fue conmigo el
destino. Necesito saber la verdad; todos necesitamos saber la verdad, pero
sobre todo las madres como yo.
No
guardo ningún tipo de rencor a la mujer que posiblemente bajo su desesperación
de no poder tener un hijo me lo arrebató, porque quiero pensar que si me lo
arrebató con esas ansias de ser madre, seguro que lo ha cuidado y tratado con
tanto esmero como yo he criado a los dos hijos que he tenido a posterior. Sólo
quiero verlo, saber la verdad.