Antes que nada, diré que soy acérrimo partidario de extender
la 'marca España' por todos los confines, incluyendo los patrios,
que puede que es donde más falta haga. Y, una vez dicho esto, añadiré un par de
cosas: que la gestión de esa marca, desde instancias oficiales, es claramente
mejorable, y que sin la participación activa de la sociedad civil nada va a
lograrse. Lo digo por el pequeño bodrio de acto organizado por la 'marca'
en Bruselas, con mucho flamenco, arsa, y, por lo que cuentan las crónicas, muchísimo
jamón. Una asistencia de quinientas personas, agrupada en torno al cortador de
la pata negra, confirmó dos cosas: que los presentes tenían hambre tras los
luengos discursos y que allí solamente se hablaba español. Ni un foráneo digno
de mención. Ni un periodista extranjero, y tampoco demasiados corresponsales
españoles, porque el acto se organizó a mala hora. Y, en suma, la constatación,
más allá de toda duda, de que no existe un programa de actuación a medio plazo,
ni siquiera un plan de comunicación digno de tal nombre, entre los pensadores
del desarrollo de la 'marca España'.
Y mira que me consta que ha acudido gente a ofrecerse, 'gratis
et amore', a los planificadores de la ME. Como
igualmente me consta que en la mayor parte de los casos estos últimos no han
hecho maldito el caso a los primeros, representantes, en general, de colectivos
de la sociedad civil que querían involucrarse en un proyecto que se presenta
como un intento de que España recupera su autoestima y, de paso, el lugar
preeminente que le corresponde en el mundo.
No será con saraos a base de jamón para los de casa, en
Bruselas o en Nueva York, como pondremos una pica en Flandes. Si es que de eso,
estimado señor Espinosa de los Monteros, alto comisario o comisionado de la
cosa, se trata. ¿Por qué siempre se empeñan en no escuchar a los que quieren decir
algo, o a los que tienen algo que decir?
fjauregui@diariocritico.com
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