España, atrapada en las 3 R
martes 14 de mayo de 2013, 12:55h
Los dueños de cada una de la R mayúsculas que rigen y
dirigen (formalmente) la política en España tienen el mismo problema y
coinciden en la misma decisión para afrontarlo: están en sus horas más bajas,
no cuentan con el aprecio de los más de los suyos, sufren cada día los ataques
y críticas de los medios de comunicación, ven como los sondeos de opinión
coinciden una y otra vez en suspenderles en valora ion ciudadana, y se
enfrentan a las peticiones de renuncia y abdicación como posibles fórmulas para
ayudar a la recuperación de España. Son tres R que deberían buscar y encontrar
la forma y maneras de sumar sus voluntades y posiciones en el organigrama
político para ayudar al país y no para limitarse a pensar y actuar en razón de
sus propios y particulares intereses.
El Rey, Rajoy y Rubalcaba han decidido resistir. Cada uno
en el puesto que ocupan no están dispuestos a tirar la toalla, dejar que sean
otros los que se sienten en sus respectivos sillones y ellos pasar a la moderna
historia política de este país. Luchan por su presente y por su futuro y se
rebelan contra aquellos que les califican y definen como parte de un pasado que
hay que dejar atrás. Ni don Juan Carlos, ni Mariano, ni Alfredo se sienten
responsables únicos de los problemas por los que atraviesa España, ni mucho
menos que su sustitución al frente de la monarquía, el gobierno y el Partido
Popular, y el Partido Socialista vaya a mejorar la posición de la nación y
favorecer la salida de la crisis. Por el contrario, los tres se u estarán
convencidos de que están haciendo lo correcto, que no es hora de cambiar en sus
respectivos cargos y competencias y que son ellos los que deben dar las
soluciones en el inmediato futuro. Errados o acertados se muestran más que
dispuestos a luchar contra todos aquellos que por diversos intereses quieren
mandarles al archivo de la vida pública.
Guste a muchos o a pocos, sean parte de la solución o
parte del problema - que de ambos extremos se trata- los tres tienen atrapada a
España en el problema de todos y en los suyos particulares. El Rey ya ha dicho
con claridad y varias veces que no esta dispuesto a abdicar en el príncipe de
Asturias pese a reconocer que éste es el mejor preparado de todos los que en la
historia han llevado ese título sucesorio. Rajoy calla y actúa sin dar la más
mínima oportunidad a todos los que desde dentro y desde fuera de su partido le
a usan de indolencia, pasividad y no afrontar los problemas con claridad y
decisión. Rubalcaba, por su parte, se limita a observar las ambiciones
declaradas de algunos de los que le rodean, lanza alternativas más o menos
realizables a la política gubernamental y deja para la Conferencia de los
socialistas en otoño cualquier toma de decisión respecto a las candidaturas de
futuro para los comicios regionales y autonómicos y más lejos aún para las
elecciones generales de 2015.
La Monarquía, como forma de estado tal y como aparece en
la Constitución, vive ahora el peor de sus momentos, peor incluso que el que
vivió con el intento de golpe de estado del teniente coronel Tejero y los
generales Milans del Bosch y Armada hace treinta años. En plena crisis económica con seis millones de parados
y más de un millón de familias con todos sus miembros sin trabajo, los
escándalos que se han sucedido están dejando a la institución por los suelos,
desde el más grave de todos, el de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina,
hasta los más dañinos para el propio Rey como han sido la cacería en Bostwana y
su relación con Corinna Larsen.
Las peticiones de abdicación a favor del príncipe Felipe
se han sucedido apelando tanto a los escándalos que el afectaban como a su
estado de salud tras varias operaciones quirúrgicas, entre relatos que han
destapado la frágil unidad familiar que existe en estos momentos en el palacio
de La Zarzuela. Muchos intereses coinciden en ese intento de cambiar el nombre
en la Jefatura del Estado cuando aún no se ha desarrollado un estatuto o una
normativa que regule los derechos, deberes y prerrogativas de cada uno de los
miembros que conforman la Casa del Rey, no digo ya los de la familia en su
totalidad. Algo que se ha venido obviando por parte de los distintos gobiernos
desde el año 1979, tras la celebración de las primera elecciones democráticas
con la nueva Constitución.
Tras el " regreso" del Rey a la actividad
" disminuida" con su entrevista en Zarzuela con el último premio
Cervantes y su asistencia al estadio Bernabéu, las declaraciones a favor de su
mantenimiento al frente de la Corona y las apelaciones a un mayor protagonismo
por su parte de cara a que los dos
grandes partidos y los líderes que los dirigen busquen todos los pactos
posibles para favorecer la recuperación económica de España, parece que han
calado en todavía una parte pequeña de la opinión pública que valoraría más los
hechos y posturas del pasado que los evidentes errores del presenté, que
puestos en la balanza los servicios a la democracia y los lastres de los
escándalos, los últimos pesan menos que los primeros.
El desgaste del Gobierno y de su presidente es enorme,
como no podía ser de otra manera tras reconocer públicamente que todas lasco
esas efectuadas durante la campaña electoral que llevo a Mariano Rajoy a ganar
por mayoría absoluta, con la creación de empleo en primer lugar, no se iban a
cumplir en esta Legislatura y que habrá que esperar a la siguiente para ver si
todos años ajustes, recortes y sacrificios que se están tomando y pidiendo a
los ciudadanos logran sacar a nuestro país del hoyo en el que está metido.
Mariano Rajoy cifra su éxito o fracaso como gobernante a
los resultados económicos, con un Gabinete dividido y estoy un partido cuyos
dirigentes regionales se empiezan a rebelar de forma clara por la política
traumática que se ha impuesto y que puede llevarles a perder gran parte del
poder que tienen desde las últimas elecciones. No son sólo Esperanza Aguirre o
el extremo Monago los que públicamente piden un cambio de actuación desde el
gobierno central, el resto, de forma mas callada o menos directa, como el
gallego Feijóo también lo piensa y lo necesitan.
En el primer partido de la oposición los problemas de
liderazgo, de ambiciones desatadas y de confusión ante lo que consideran un
desastre que se mantiene desde las últimas elecciones generales crecen cada
día. Alfredo Pérez Rubalcaba se muestra incapaz de controlar a unos dirigentes
regionales que están convirtiendo al Partido Socialista en una especie de
tribus independientes más pendientes de los problemas internos que de la
aportación que pueden realizar para combatir la crisis de todos. Los resultados
de las encuestas no hacen sino ahondar en el problema, ya que la caída del PP
en apreciación ciudadana va acompañada de la misma caída de las siglas
socialistas, algo que dirigentes como Carme Chacón y Tomás Gómez de forma clara
creen que se solucionaría si se cambiara cuanto antes al actual secretario
general y al equipo que le acompaña.
Todo indica que roto de hecho el bipartidismo imperfecto
que nos ha acompañado en los últimos treinta años, sometida España a todo tipo
de vaivenes estructurales, económicos, sociales y culturales, se impone que las
fuerzas políticas y las instituciones del estado busquen y logren un gran pacto
nacional si quieren que los ciudadanos de este país nuestro sigan creyendo en
el modelo democrático y no en otro tipo de alternativas, dentro o fuera de la
Europa comunitaria. Es ahí, en ese proceso necesario y urgente, donde las tres
R tienen un papel esencial. Si lo asumen y lo cumplen podrán defender su
posición ante la sociedad. En otro caso estarán cavando su propia y particular
fosa.