Decida usted: marque la x
domingo 05 de mayo de 2013, 14:40h
Los ciudadanos estamos
exigiendo participación y transparencia, capacidad de decidir en la política.
Es un derecho democrático y una forma de hacer que la política no sea lo que
nos dan sino lo que queremos. Pero cuando podemos decidir no siempre lo
hacemos. De cada mil euros que el Gobierno se gasta -sea cual sea el signo del
Gobierno- los ciudadanos sólo podemos decidir dónde se van a gastar catorce.
Siete podemos hacer que vayan a las ONGs y otros siete a la Iglesia católica.
Para los otros novecientos ochenta y seis no nos preguntan, deciden por
nosotros. No estaría mal que pudiéramos opinar dónde queremos que se gasten.
Este año, volveré a marcar
las dos casillas y especialmente la de la Iglesia católica, una institución más
transparente que la mayoría, que dice en qué se gasta su presupuesto, que rinde
cuentas. No sólo de lo que recibe de los Presupuestos Generales del Estado por
decisión expresa, libre y democrática de más de nueve millones de ciudadanos,
sino también de lo que viene de ofrendas y donativos de los católicos. No se
dejen engañar. Esta última partida representa el 75 por ciento de sus ingresos
y la que viene vía Presupuestos del Estado sólo es un 25 por ciento. Ya nos
gustaría a todos que las cuentas de
partidos, sindicatos, o empresas públicas que viven en más de un 80 por ciento
del dinero público fueran tan claras y transparentes.
Y marcaré la casilla de la
Iglesia para defender su obra social. Sin Cáritas, más de un millón de personas
no tendrían cubiertas sus necesidades básicas y otros 6,5 millones carecerían
de ayudas imprescindibles, gracias a más de 64.000 voluntarios. Sin Manos
Unidas no se financiarían más de 600 proyectos en 58 países. Sólo son dos
ejemplos. Hay que sumar muchos más volcados en las personas mayores, en los discapacitados,
en los inmigrantes, en los menores, en los enfermos... Y a miles de sacerdotes,
muchos en el mundo rural, que atienden las necesidades religiosas sí, pero
también son el único apoyo solidario, de humanidad. Y a 14.000 misioneros
repartidos por todos los continentes, los únicos que no se van cuando los
conflictos se encienden, cuando llegan las tragedias o cuando la única
esperanza es la venganza o la muerte. Y los centros de educación concertada de
la Iglesia que ahorran al Estado más de 4.500 millones de euros anuales.
Es mentira que el Estado
financie a la Iglesia como algunos quieren hacer creer. Son, libremente, los
ciudadanos -seguramente entre ellos muchos no católicos, pero que conocen la
obra de la Iglesia- los que deciden. Si ustedes ponen la x en la casilla de la
Iglesia en la Declaración de la Renta -también en la de las ONGs-, estén
seguros de que irá directamente a los millones de vulnerables que acuden a sus
comedores y reciben auxilio, medicinas, ropa, dinero para pagar alquileres o
hipotecas. Para ellos, la Iglesia es la primera puerta de la solidaridad. A
veces, la única.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (2)
20855 | Juliano - 06/05/2013 @ 18:49:39 (GMT+1)
La Iglesia experimentó un boom inmobiliario muy particular, sobre todo, a partir del año 2003. Una reforma de la ley Hipotecaria en 1998 durante el Gobierno Aznar permitió a la Iglesia, y solo a la Iglesia, inscribir lugares de culto y otras propiedades que no estuvieran registradas. En este proceso, la Iglesia registró a su nombre 4.500 propiedades, según fuentes fiables cercanas a los registros de la propiedad, algunas tan notables como la mezquita de Córdoba.
El registro se hizo sin necesitar otro requisito que una certificación del Obispo, sin estar obligada a hacerlo público por edicto y sin pagar el impuesto de transmisión patrimonial. Los ciudadanos de Córdoba averiguaron en 2009 que la mezquita había sido registrada a nombre del Obispado tres años antes (el 2 de marzo de 2006), acto que le costó 30 euros.
20820 | DHCT - 05/05/2013 @ 22:05:37 (GMT+1)
Lo cierto, señor, es que realmente esa capacidad de decisión está limitada, pues si no se llega a unos mínimos estipulados se recoge dinero de otros lugares para dárselo a la Iglesia. Y, por cierto, mucho me temo que una parte importante de ello va a la jerarquía eclesiástica.
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