Todo
el mundo tiene su cuarto de hora de protagonismo.
Alfredo Pérez
Rubalcaba ha tenido ya, durante bastantes años, mucho más que eso, y
ahora las encuestas muestran un grado de hostilidad hacia él por parte
de la ciudadanía que, al menos a mí, me parece que no es del todo justo.
Y, en cualquier caso, aunque arrecien las presiones para que las
primarias se adelanten y los nombres de sus posibles sucesores se hallen
en plena circulación, el caso es que Rubalcaba está ahí: es el
secretario general del segundo partido de España, el llamado líder de la
oposición. Y a él le toca mover ficha cuando el contrincante está como
absorto mirando al tablero, incapaz, a lo que parece, de planear una
estrategia de victoria.
Lo
malo es que no queda otro remedio que confiar en que, efectivamente,
Rubalcaba presente este lunes algún plan concreto -concreto, don
Alfredo-- para reactivar la economía, crear empleo y
ofrecer protección social, según prometió el viernes el propio líder
socialista. Hasta ahora, es cierto, el
PSOE ha presentado propuestas,
pero ninguna demasiado tangible: reforma constitucional, sí, pero ¿qué
artículos y títulos hay que tocar? Federalismo, de acuerdo, mas ¿cómo
articularlo? Reforma fiscal, por supuesto, aunque ¿nos podrían detallar
cómo? La pasada semana,
Oscar López, el 'número tres' del PSOE
presentaba algunas interesantes propuestas para incentivar la hoy escasa
democracia interna del partido; tuve ocasión de preguntarle por estas
concreciones, y la verdad es que no supo responderme con la contundencia
que yo hubiese deseado.
Bien,
pues ya llegó el momento de Rubalcaba. No puede el principal partido de
la oposición seguir escudándose en que hay que aguardar a la
conferencia política que el PSOE ha convocado para este otoño, porque
las estructuras se están resquebrajando. Creo que, una vez que nos vemos
obligados a alejar nuestra esperanza en las medidas que puedan anunciar
Mariano Rajoy y su equipo, tenemos que exigir a las otras fuerzas
políticas que, con sacrificio, generosidad, valor e imaginación, pongan
sobre el tapete soluciones o, al menos, iniciativas que, desde el lado
del poder, no se puedan desechar sin más como 'ocurrencias' o como
inservibles. Rubalcaba tiene que acelerar las primarias para su sucesión
-causan rubor los argumentos con los que algunos, instalados en las
cercanías del poder actual del PP, tratan de descalificar a posibles
sucesores; de
Madina han llegado a decir...¡hasta que es filoetarra!--;
tiene que desvelar ya en qué consiste el cambio radical que propone; y
tiene que tender una mano sincera al Gobierno de Rajoy, de manera que de
forma alguna pueda este rechazarla, so pena de perder toda la
credibilidad que le queda.
Ambos,
Rajoy y Rubalcaba, enzarzados en una pelea pretendidamente ideológica,
tienen que entender que a la mayoría de los españoles nos importa un
pimiento si gobierna la llamada derecha o la llamada izquierda; han de
comprender que sus rostros, poco carismáticos, a muchos no les dicen
nada, o, peor, les suscitan reacciones negativas; y que lo que quieren
los españoles, los parados y los que conservan un trabajo, los
asalariados mileuristas en precario y los pequeños
empresarios que ven subir el nivel del mar a la altura de sus cuellos,
son soluciones. No aguardar a que se pudran los problemas y pase el
temporal, porque muchos marineros pueden perecer en él de aquí a ese
2016 en el que se cifra ahora el comienzo de la recuperación efectiva.
Rajoy
dejó pasar el viernes una oportunidad de oro para salir y dar la
sensación de que agarra al toro por los cuernos. Se lo dejó todo a la
cuadrilla, que confesó no tener salidas a esa hecatombe que son seis
millones doscientos mil parados. Cierto que pidió una comparecencia
parlamentaria, pero esta se va a prolongar en el tiempo. Rubalcaba, en
ese viernes de alarmas, prometió soluciones para hoy mismo: no se
entiende que haya aguardado tanto, si es que realmente las tiene, para
expresarlas. Bien venidas sean, en todo caso, si son acertadas o, al
menos, debatibles por esta sociedad civil que sigue, equivocadamente en
mi opinión, aguardándolo todo de sus representantes.
El
caso es que, antes de irse -porque se está yendo--, Alfredo Pérez
Rubalcaba tiene que dar un do de pecho que ponga en pie a todo el
teatro. Comprendo, querido lector, que tenga usted dudas acerca de su
capacidad para emocionar aún al respetable y ganarse este cuarto de hora
de verdadero protagonismo, que es el que se consume en las grandes
tareas. Yo también las tengo, pero ¿alguien sugiere algo mejor?
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
fjauregui@diariocritico.com