En 1783 Carlos III
promulga una pragmática que regula la situación de los gitanos en las Españas y
por primera vez consiguen una cierta consideración pública. Como quiera que la
pragmática llegara poco antes de la Guerra de Independencia contra los
franceses, lo gitano empezó a tenerse como el espíritu de un pueblo frente al
invasor. Es de esta época de cuando data el inicio del Flamenco moderno y su
desarrollo de un arte tan específico, complejo, rico y evolutivo como el jazz.
Fellah min gueir
ard, [F(e)lah mën khör] es la
etimología árabe que Blas de Infante, padre de
la patria andaluza da a la voz /Flamenco/. Han pasado 230 años desde la
pragmática carlista, los mismos que desde la Paz de Versalles que rubricó la
Independencia de EEUU. Desde entonces hemos tenido en España ocho reinados, dos
repúblicas, dos dictadores, 58 presidentes de gobierno (desde 1902) y,
literalmente, millares de ministros y decenas de miles de representantes en
cortes. Y solo ha habido un diputado nacional gitano y dos autonómicos. En el
mismo periodo, EEUU ha abolido la esclavitud, producido dos generaciones de
millonarios negros y encumbrado un presidente de esta raza.
Estamos viviendo tiempos convulsos como
suelen serlo todos los que marcan un cambio de paradigma y todavía la raza
gitana es considerada entre nosotros como ciudadanos de segunda de los que
conviene alejarse. Cuando uno de nuestros hijos se ensucia,
decimos que va hecho un gitano; cuando alguien abusa económicamente de otro,
decimos que es peor que un gitano; cuando viajamos con el maletero a rebosar
decimos que vamos como los gitanos. Si alguien obra con engaño, es un gitano.
Gitanear es engañar, una gitanada es una mala faena. Lo único bueno es algo tan
apetecible que "no se lo salta un gitano." Todos tópicos falaces.
No hemos hecho mucho por integrarlos -más
allá de los conatos de cierto calado de los gobiernos de Felipe González-
y los consideramos tan alejados socialmente de "¿nosotros?" como pueda
considerarse a los esquimales. Sin embargo, son tan nosotros como nosotros y
les adeudamos algunas cosas, empezando por un sistema de integración adecuado y
eficaz, lo que no significa "asimilarlos" culturalmente.
Los gitanos se distribuyen por toda
Europa y el norte de África, no en vano su nombre original es egiptanos, aunque
estudios lingüísticos del romaní muestran su origen en los dialectos prácritos
del 500 a. C. en la zona del Punyab, India.
Como etnia, muestran en todas partes
costumbres y comportamientos similares, pero su grado de integración social es
diverso y mientras en Irlanda u Holanda tienen representación política, en
Alemania han abandonado el nomadismo y sus miembros trabajan y viven como clase
media, en España son todavía marginados socialmente en su inmensa mayoría.
Necesitamos más generosidad social, más
comprensión y mayor capacidad de mirar el adentro y no el afuera de las
personas. A muchos humanos del mundo nos gusta el flamenco y un pueblo capaz de
arte tan hermoso, tan complejo, con tantos palos y un sistema polifónico
evolutivo capaz de fusionarse con cualquier tipo de ritmo debería hacernos
sentir orgullosos y empujarnos a protegerlo e integrarlo; a ser parte de
nosotros y nosotros de ellos.
En el flamenco hay color y timbre y
tesitura y una magia que ellos llaman duende y un modo al que llaman aje y la
mirada especial de sus akais oscuros y el sentir de duquelas afiladas como
agujas de cristal. Los payos españoles deberíamos intentar palmear como los
niños gitanos, deberíamos estudiar en el cole su cultura de taconeo y aprender
su rasgar de guitarras. Sus letras de luna y azahar nos las regalara Lorca,
estudiemos lo demás como nuestro barroco de oro.
¿Cuántos arquitectos, cuántos ingenieros,
cuántos catedráticos hay de raza gitana en España? Pues sorpréndete: parece ser
que más de un millar, lo que prueba que mentalmente pueden, aunque sigue siendo una minoría insultantemente exigua.
Son tiempos extraños estos en los que
buscamos el apoyo de nuestros semejantes que tiene más de autoprotección que de
solidaridad para sobrevivir en un mundo que se ha vuelto tan hostil como
complejo y del que no saldremos vivos. ¿Sabías que Yul Brinner, Chaplin,
Helen Mirren y hasta Eric Cantoná son gitanos? Me da que no miramos con los ojos de la cara sino con los del prejuicio.
@manuelpascua