viernes 05 de abril de 2013, 20:31h
Ya nadie escucha la milonga de ETA. Acaban de
expulsarles del último refugio nórdico que les quedaba. Esperaron sentados y
nadie acució a jugar con ellos una partida que tienen perdida desde hace mucho
tiempo. Vuelven los etarras residuales a entonar la cantinela de siempre: en el
País Vasco persiste un conflicto que los gobiernos de España y de Francia
tienen que resolver negociando con sus colegas políticos. Inmediatamente, los
batasunos, o como se llamen ahora, unen sus voces y cantan el mismo estribillo:
aprovechen ustedes que nuestros chicos han dejado de matar y tiren a la lona la toalla del pacto, como si los
noqueados fuéramos nosotros y no ellos. Una escenificación teatral fallida que
sólo merece un pateo general de toda la platea nacional. Les vino de perlas la
farsa montada en San Sebastián por Kofi Annan, Gerry Adams y otros mediadores profesionales,
que confundieron la actividad asesina de una banda de pistoleros, que se ha
llevado por delante a novecientos inocentes, con la "última confrontación
armada de Europa". Ahora los etarras vuelven a entonar la misma canción.
Los argumentos que se utilizaron entonces son
papel mojado. Euskadi nunca fue invadida ni colonizada por España. Los Señoríos
Vascos se unieron libremente a la Corona de Castilla en el siglo XII. Los monarcas castellanos se comprometieron a
jurar sus Fueros y así se hizo secularmente. Aquí no hubo, ni hay, guerras de
religión, contiendas civiles, ni minorías marginadas y empobrecidas por sus creencias
o sus ideas políticas. Todos sufrimos la dictadura de Franco, los vascos y el
resto de los ciudadanos españoles. Muerto el general, decidimos firmar la
reconciliación nacional y levantar un estado de derecho que garantizara las
libertades. Desde entonces, todos defendemos nuestras ideas pacíficamente,
incluidos los independentistas gallegos o catalanes. Menos ellos. ETA mató a 17
personas el año que enterramos a Franco y a 67 en 1978, cuando aprobamos la
Constitución. ETA ya tenía muy claro que su enemigo no era la dictadura, que
alimentaba a la banda con una represión generalizada, sino la democracia
garante de la convivencia pacífica y libre de la ciudadanía.
Ahí los tienen ustedes, nuevamente, agasajando a
sus terroristas muertos, aunque a Thierry se le haya reventado el corazón en un
hospital francés. Vuelven a reunirse en las calles, otra vez, para exigir la
libertad de los asesinos condenados y encarcelados por un estado democrático.
Ahora les denominan presos políticos, pero nadie apoya esta impostura en el
exterior. Los encapuchados de ETA, nazarenos del terror, gudaris vergonzosos y
vergonzantes, siguen repitiendo la misma
patraña. No quieren entender que la solución de lo que llaman "el conflicto" es un
problema de ellos y de sus gentes. Gobiernan una Diputación Foral y 123
ayuntamientos vascos, todo ello al amparo de un sistema con él que quieren
acabar. Son ellos los que pretenden implantar un estado totalitario en el mapa
de la Europa de las libertades. Son ellos los que tienen a sus matones en la
cárcel, chapoteando todavía en la sangre de sus víctimas, entre ellas, más de
cuarenta niños. Son ellos los que no esbozan un sólo gesto de misericordia y
arrepentimiento. ETA debe abandonar las armas y disolverse de inmediato. Así
desaparecerá "el conflicto". Por mucho que ETA se cabree y nos vuelva amenazar,
la historia de su final ya está escrita.