lunes 25 de marzo de 2013, 07:50h
Como si se
hubiesen puesto de acuerdo, una serie de personajes públicos dicen que la
crisis se acaba.
No se trata
sólo de dirigentes del PP, como Dolores
de Cospedal ("las crisis ya no afectan a España"), o del Gobierno, como Luis de Guindos ("la economía española
está preparada para crecer"), sino también de prohombres del mundo empresarial.
Para César Alierta, de Telefónica, "hemos
tocado fondo". Según Ignacio Galán,
de Iberdrola, estamos en un "año de transición hacia la recuperación"; y para Emilio Botín, del Banco de Santander,
"las perspectivas comienzan a ser más positivas".
Entiendo
que estos próceres, por la cuenta que les tiene, digan lo que dicen. Ninguno de
ellos ha perdido su empleo, ni le han desahuciado por el impago de una
hipoteca, ni siquiera se ha quedado sin vacaciones para poder comer.
En su concepción
macroeconómica de la vida, todos ellos avizoran, con razón, que el paro no va a
subir mucho más --¿de dónde hacerlo, con la poca gente que aún trabaja-- y que el
PIB va a crecer, gracias, lógicamente, a la mayor productividad de quienes aún
conservan su empleo. También, claro, irán subiendo nuestras exportaciones
debido a la brutal caída del consumo interno.
¿Y qué?
¿Bastan estos indicadores para convencernos de que la cosas se han arreglado
ya?
De
confirmarse esos datos, sólo demostrarían que quienes por suerte no han
padecido la crisis se ahorrarán ya ese mal trago y podrán seguir viviendo tan
ricamente.
Pero no nos engañemos: mientras continúen las
catastróficas cifras de paro, mientras haya gente viviendo bajo el umbral de la
pobreza y mientras muchos carezcan de los derechos mínimos garantizados por nuestra
Constitución, ni habremos salido de la crisis ni la madre que la parió.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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