Cuando Juan Pablo II, recién elegido Papa, salió al balcón a
saludar a los miles de fieles que esperaban dijo aquella frase tan reveladora: "No
tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo" Era una llamada a no avergonzarse de
decir públicamente que se cree, que se tiene fe, que se es católico. No vendría
mal recordarlo en estos tiempos donde tanta gente, que se jacta de respetuosa, insulta
y ridiculiza a otros porque tienen fe.
El Papa Francisco hoy ha dado un paso más. Uno de tantos. Me
quedo con su homilía con la frase, "no tengáis miedo de la bondad y de la
ternura" Queda (esperemos) mucho papado por delante pero los pasos que hasta el
momento ha dado son de gigantes. Es como un sueño hecho realidad. Es como si la
plegaria de millones de católicos en el mundo hubiera sido escuchada;
queríamos, necesitábamos, un representante de la Iglesia que fuese, en primer
lugar, implacable con los pederastas, en segundo lugar, alejado de la pompa y
el fasto del Vaticano y, lo más importante, que volviese a la esencia del
Evangelio, el que habla del amor a los hombres, la Misericordia de Dios, la
bondad, el bien en mayúsculas. Cinco días lleva y ya ha tocado todos estos
temas.
Temas, por otra parte, que no ha dejado indiferentes a casi
nadie. Al margen del intento fallido de cuatro periodistas mal informados que
se dejaron llevar más por su odio visceral a la Iglesia que por su amor a la
verdad en su profesión, poco o nada se le puede reprochar, hasta la fecha a
este Papa. Podemos saber qué piensa de temas tan candentes como la pederastia,
la homosexualidad, la mujer en la Iglesia, gracias a entrevistas hechas en su
etapa de cardenal-arzobispo de Buenos Aires. El 22 de marzo Ediciones B
publicará un libro entrevista (El Papa Francisco, de Sergio Rubin y Francisca
Ambrogetti), ya publicado en Argentina cuando no era todavía Pontífice, y que
bien podría considerarse como el primer libro donde se recogen sus pensamientos
como hombre de Dios. En él se recogen, también por cierto, qué pasó
verdaderamente entre la relación Bergoglio-Videla.
Llama poderosamente la atención que en esas entrevistas
confiese que el peor de los pecados, para él, es el de la soberbia. Dice: "Si
considero el amor como la mayor virtud, tendría que decirte, lógicamente, que
el peor de los pecados es el odio, pero el que más me repugna es el de la
soberbia. Cuando yo me encontré en situaciones en las que "me la creí", tuve
una gran vergüenza interior y pedí perdón a Dios pues nadie está libre de caer
en esas cosas". Se aleja de incidir en la parte pecaminosa del sexo, como
tantos otros insisten constantemente llevando a mucha gente a alejarse. Habla
de aspectos mucho más terrenales y con los que difícilmente uno, sea creyente o
no, no puede estar en desacuerdo. El pecado de la soberbia, no pedir perdón,
creerse mejor que nadie.
La bendición a los periodistas el otro día invocando la
libertad de conciencia de los ateos y de quienes tienen una fe diferente a la
católica, dándoles, para no ofenderles, una bendición en silencio. Gestos y más
gestos. Es cierto que el tiempo dará o quitará la razón. Sólo de gestos no se
construye un papado pero lo que está haciendo, los primeros pasos que está
dando (con sus zapatos viejos) son buenos, son necesarios, son esperanzadores y
son muy emotivos para los católicos que esperamos grandes cambios de este Papa,
el principal, volver al Evangelio.
Pero, sobre todo, se hace necesario que Francisco no tenga
miedo a castigar de forma severa a quienes han hecho tanto daño a niños
inocentes y a la Iglesia. Con la pederastia hay que ser más firme, más todavía.
Y seguir pidiendo perdón. Hasta setenta veces siete, el número de la perfección
para los judíos. El Génesis, el Bereshit. Por cierto, también reseñable la
referencia de Francisco a nuestra religión hermana en el origen, el judaísmo
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