viernes 15 de marzo de 2013, 07:52h
Primero se
santiguaba devotamente y luego exclamaba: "Dios nos libre del día
de las alabanzas". Era una de las sentencias más celebradas de mi
abuela, aunque ella se pronunciara siempre en voz baja y torciendo el
gesto. La buena mujer se refería a la jornada fatal en la que los
vivos abandonan este mundo y ya más tiesos que la mojama reciben los
elogios que nunca escucharon en su devenir vital. Durante las horas
que preceden al último adiós, todos somos excelentes personas
repletas de sabiduría y virtudes. Triste reconocimiento el que rodea
a los muertos. Algo muy parecido acontece en las vidas de María
Dolores de Cospedal y Ana Botella. Tocadas ambas por el aliento frio
de sus errores políticos, han sido agasajadas hasta el sonrojo por
sus compañeros de partido. Si mi abuela viviera y se interesara por
los episodios contados, algo que me extrañaría mucho, ya hubiera
encomendado a las señoras Cospedal y Botella a sus devociones más
queridas.
He
preguntado por Cospedal a los que entienden de politiquería nacional
y nadie de los encuestados se apuesta un euro por ella. Bárcenas
quiere vengarse y las presas más perseguidas por el antiguo contable
del PP ocupan la Secretaría General del Partido y el Ministerio de
Justicia. Son culpables, piensa él, de todos sus males, presentes y
futuros. Gallardón acumula ya tantas conchas en el lomo que
encontrará un refugio seguro, pero Cospedal vive demasiado cerca del
incendio y todo huele a chamusquina en el lugar donde se esconde "la
mujer que nunca dijo no a Rajoy". Cospedal ha dejado un rastro tan
poderoso que la jauría de sabuesos perseguidores muerde ya los
tobillos de la señora. Los más críticos, dentro y fuera de
Génova, no perdonan las explicaciones tardías y confusas de la Jefa
y cuando se les interroga confiesan que no ha sabido gestionar la
crisis. Alguno de ellos, mucho más elocuente, ha deslizado incluso
epítetos contundentes y descriptivos dedicados a Cospedal. La
conclusión no puede ser más explícita: Cospedal está
políticamente muerta.
Sorprende
también el respaldo público de los dirigentes madrileños del PP a
su compañera Botella. Acosada por la tragedia del Madrid Arenas,
con la mayoría de su antiguo equipo cesado, dimitido o imputado en
ese desdichado asunto, arrinconada por la oposición y tocada por las
equivocaciones acumuladas en tan poco tiempo, se la daba ya por
amortizada. Repentinamente, como si alguien hubiera tocado el
cornetín de prietas las filas, la frialdad se ha transformado en
fervor y el pateo interno en una ovación cerrada. Los que ayer
criticaban la interpretación dolida de Botella ensalzan hoy el
arrojo que despliega en el escenario del Ayuntamiento de Madrid.
Mariano
Rajoy y Esperanza Aguirre llevan la voz cantante en el coro popular
que interpreta la partitura de esta especie de réquiem de los
resucitados. Si mi abuela levantara la cabeza, repetiría aquello de
"Dios libre a Cospedal y Botella del día de las alabanzas".
Después, recogidamente, se dibujaría sobre el pecho la Señal de la
Cruz.