Soy persona de precipitarme y a veces (con relativa
frecuencia) me equivoco. Pero en mi defensa he de decir que no me duelen
prendas cuando toca reconocerlo. Muy a menudo, ya digo. Creo que he escrito
varias veces sobre Dragó y siempre para ponerlo mal. Hoy me toca, de nuevo,
hablar de él. No voy a decir que ahora me encanta. Tampoco es para tanto. Pero
leí ayer el nuevo libro que ha escrito y gracias a algunos párrafos me he
reconciliado con él. Reconciliación que no sirve de nada porque él ni siquiera
sabe de mi existencia. Pero eso da igual.
Dragó fue padre por cuarta vez a finales del verano pasado.
Su último vástago es fruto de su unión con su (creo) sexta esposa, una japonesa.
La asiática, amante (por lo que se ve) de las cosas naturales a más no poder,
decidió dar a luz en casa ayudada de su hijastra Ayanta, una doula, una
comadrona, Dragó y unos gatos. La cosa salió bien (suerte tuvieron, cosa que me
alegra) y tal feliz acontecimiento fue publicado con fotos en El mundo convirtiéndose en
la noticia más conocida del día. Normal. En aquellas fotos los que somos
obtusos vimos falta de pudor. Los que son amantes de la vida, como ellos,
vieron eso. Nueva vida. Yo vi ambas cosas porque lo cortés no quita lo
valiente.
El caso es que Dragó después de esto sintió la necesidad de
escribir una carta larga al nuevo cachorro, llamado Akela. Y el resultado ha
sido Pacto de sangre, de Temas de Hoy. La primera parte la escribe Dragó. La
segunda, su hija Ayante para poner negro sobre blanco sus sentimientos como hija
hacia un padre que no siempre estuvo presente.
Me centro en la parte del padre. Encuentro muchas
incoherencias como nos pasa a todos. Tampoco hay que darle más vueltas.
Decidieron no saber el sexo del bebé porque así se hacía antes, decidieron
parto en casa porque así se hacía antes. Pero ella se sometió a la amniocentesis
para saber si venía con Down aunque, al menos él, está en contra del aborto y
no porque lo diga la Iglesia (que si llega a decir eso me da un pasmo) sino
porque así lo dictan las leyes de la naturaleza. Sea como fuere, celebro su
decisión. Entonces no me queda claro por qué someterse a una prueba que puede
provocar el aborto en un 2% de los casos. Imagino que tendrán sus motivos.
No me sorprende la actitud del padre frente a su nuevo hijo
porque ya lo advirtió en una entrevista cuando nació el lobito: No volverá a
dormir con su madre porque ésta duerme con el bebé y los bebés, ya se sabe, no
duermen del tirón. No cambiará pañales, no dará biberones (no hará falta porque
Akela toma pecho a demanda y lo hará hasta dentro de mucho). Seguirá haciendo
su vida y sus viajes sin importarle ausentarse mucho tiempo. En definitiva, que
se hará cargo del niño en lo económico y en unas cuantas carantoñas de pascuas
a ramos, más o menos como el portero de su finca, si es que tienen. Si la señora nipona asume que es una madre soltera, es su problema. Sarna con gusto, no pica. O eso dicen.
Dice la faja del libro que es un libro imprescindible para
padres e hijos. Pues bien. Mienten. Descaradamente. Es un libro recomendable
para fans de Dragó. Punto pelota. Los puntos en común con cualquier teoría de
la crianza se hayan a más de 25 años luz de diferencia. Quién espere un manual
de cómo ser padres, que no lo compre. Es otra muestra más del egoncentrismo del
señor Dragó que, sorprendentemente revela (y sin que él lo sepa probablemente)
una parte tierna e íntima de su corazón. Que tenerlo, seguro que lo tiene.
Queda muy moderno recomendar a un hijo que desobedezca, que no
haga caso a nadie, que sea patricio. Además, no tiene mayores consecuencias si nunca vas
a pasar por el trance de aguantar los desmanes que esa forma de educarlo pueda
traer. Te puede salir patricio o tirano. En cualquier caso él no lo sufrirá.Especialmente por edad. Dragó cuenta ya 76 castañas. Cuando el lobito tenga 15 años, Dragó, o está criando malvas o tendrá 90. A esas edades no se está para dar monsergas.
¿Recomendable su compra? Desde luego. Dragó puede tener
muchos defectos pero escribe impecablemente bien. En este libro, además, ha
bajado a la tierra y no se pasa párrafo sí, párrafo no, refiriendo obras y
autores de lectura obligada para los más exquisitos, pero desconocidas para el
pueblo llano. Eso sí, tenga una cosa clara. No se trata de un libro
imprescindible para padres. Es más, es absolutamente prescindible.
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