En
un tiempo en el que muchos de nuestros científicos hacen la maleta para irse al
extranjero ante la imposibilidad de realizar su carrera en nuestro país, es una
buena noticia saber que el próxima día 13 se inaugurará en el desierto de Atacama
(Chile) el observatorio ALMA (Atacama
Large Millimeter/Submillimeter Array).
ALMA
es el resultado del trabajo conjunto de Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón,
en cooperación con Chile; y muchos de sus componentes tecnológicos han sido
desarrollados en Castilla-La Mancha, en concreto en el Centro Astronómico de Yebes (Guadalajara) que gestiona el Instituto
Geográfico Nacional, así como en otros lugares de España, a través de
instituciones y empresas que también han tenido una participación muy activa.
Proyectos
internacionales como este son fundamentales para el desarrollo de cualquier
país. Generan conocimiento, enriquecen el modelo productivo transfiriendo
tecnología y haciendo posible la celebración de contratos ulteriores, aportan
valor añadido a la sociedad y crean puestos de trabajo. Además, son un claro
ejemplo del gran éxito que se puede alcanzar cuando el sector público y el
privado alcanzan las sinergias adecuadas.
Además,
el proyecto ALMA es uno de los más importantes de la astronomía actual, no solo
por su dimensión, sino también por sus fines. Con este observatorio se tratará
de dar respuesta a preguntas fundamentales para comprender nuestra propia
existencia, como, por ejemplo, el origen del Sistema Solar.
Como
me ha explicado el astrónomo Francisco
Colomer, científico que ha estado implicado en el proyecto, ALMA utiliza la
técnica de la interferometría, estando constituido por sesenta y seis antenas
de alta precisión que actúan interconectadas, pudiendo desplegarse en un área
de hasta dieciocho kilómetros y, por lo tanto, actuar como si fueran una gran
antena de ese tamaño. Es el interferómetro más grande del mundo y las
oportunidades que supone su utilización para la ciencia no tienen parangón.
Pero
para poder seguir participando en proyectos de esta envergadura de modo que sus
beneficios reviertan en nuestra sociedad, es indispensable contar con
científicos formados. Por eso, la marcha de los nuestros es una pérdida
inestimable, una riqueza que costará recuperar y que alargará la sombra de esta
crisis mucho tiempo después de que la prima de riesgo haya descendido.
Existen
distintas vías para que éxitos como los de ALMA sean una constante y se
favorezca el futuro de los científicos en España.
De
este modo, el papel del sector público es ineludible, impulsando sinergias como
las del proyecto ALMA, políticas que generen productividad y favoreciendo una
normativa adaptada a las necesidades y tiempos de los estudios científicos.
El
sector privado también tiene responsabilidad. Los beneficios, cuando existan y
sin arriesgar la viabilidad de la empresa, deben reinvertirse en la formación
de los trabajadores y arriesgarse en proyectos innovadores que puedan ser
independientes de la ayuda pública y competitivos en el exterior.
Finalmente,
y lo más importante, hay que alcanzar una mayor socialización de la ciencia. La
ciencia es cultura, una parte de lo que somos. En este sentido, la educación y
la divulgación juegan un papel fundamental para lograr que haya más científicos
potenciales y que, en definitiva, todos disfrutemos más de ese mundo tan
desconocido que nos rodea.
El
inestimable trabajo del Centro Astronómico de Yebes (Guadalajara) en el proyecto ALMA no es
baladí, es la prueba de todo lo que puede conseguirse. Hay mucha gente
dispuesta a ponerse manos a la obra, creemos las condiciones para permitírselo.
Javier Rodríguez Alcayna
Escritor
http://javierrodriguezalcayna.wordpress.com