Los seis meses que vienen van a ser esenciales en el
proceso de cambio de España. En esos seis meses -porque la recuperación del
Rey, que deseo fervientemente, me dicen que va a tardar más bien ese tiempo que
uno más corto-,
Felipe de Borbón tendrá que demostrar a los españoles que es
digno de convertirse en
Felipe VI, algo de lo que personalmente hace mucho que
estoy convencido, pero de lo que habrá de persuadir al conjunto de los
españoles. Después, supongo que Don Juan Carlos tomará o no la decisión de
abdicar, cuestión a la que me dicen que está más abierto que antes, pero aún
reticente; es un asunto que, por supuesto, es de su absoluta competencia, sin
que nadie más pueda intervenir en él.
En todo caso, va a ser un período de prueba para el
Príncipe de Asturias, para los Príncipes de Asturias, que deberán heredar las
más representativas tareas del jefe del Estado. Aunque imagino que Don Juan
Carlos proseguirá con su 'diplomacia de teléfono', tratando de apagar fuegos,
de conciliar voluntades y de amainar esas mil tormentas que caracterizan la
esencia de este bronco país nuestro. Yo diría que esto es mucho más importante
para el Estado que la mera asistencia formal a actos más o menos
representativos, y es esta, la del uso del teléfono y de la entrevista
personal, la función de la que el Rey no puede abdicar ni ahora ni nunca: sus
innegables cualidades de pacificador serán siempre esenciales, ocupe el puesto
que ocupe, y esté de pie o en una silla de ruedas.
Pero también es urgente que el Príncipe deje de
aparecer como la figura que engalana eventos: es mucho más que eso lo que
tendrá que hacer y la exquisita prudencia que ha venido mostrando siempre hasta
ahora no deberá nunca ser confundida con inmovilismo; reinar exige también, en las
circunstancias que vivimos, un cierto riesgo, la convicción de que el jefe del
Estado en una Monarquía no está sometido a elecciones, por lo que el puesto se
lo ha de ganar cada día, no cada cuatro años. La imaginación, una cierta dosis de creatividad, habrían de ser signo de
la actividad del heredero en estos meses en los que cada uno de sus pasos se va
a analizar con una lupa especialmente atenta...y crítica. No sé si todos los
que rodean al Príncipe comparten estos principios, pero sí estoy seguro de que
las gentes sensatas que se ocupan de la buena marcha de la Casa del Rey,
incluso en las dificilísimas circunstancias actuales, son conscientes de que
este semestre, quizá hasta después del verano, puede marcar el futuro de España
como nación. Creo que, por la cuenta que nos trae, es hora de desear a Felipe
de Borbón toda la suerte del mundo en el camino por el que ya, este mismo
lunes, ha empezado a transitar.
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