Políticos de cristal

El pueblo llano, que sabe más por viejo que por sabio, hace tiempo que descubrió de qué material están hechos los políticos.

Hay políticos de acero, duros, que aguantan golpes y embestidas,  que por mucho que se mojen, nunca se oxidan.

Hay políticos de goma, maleables, que se adaptan a todo, que se estiran, se estiran y nunca llegan a romperse.

Hay políticos de corcho, parecen poca cosa, pero cuando llega una gran tempestad y los demás naufragan, ellos se mantienen a flote.

Hay políticos de amianto, políticos incombustibles, que ponen la mano en el fuego un día sí y otro también, y nunca se queman.

Y también, como no, hay  políticos alquimistas, que todo lo que tocan, lo convierten en oro, políticos que entran sin un euro en el bolsillo y al cabo de unos años acumulan millones en Suiza.

Sin embargo, el pueblo llano, que sabe más por viejo que por sabio,  lo que realmente desea, es que los políticos estén hechos de otro material, mucho más frágil, pero también mucho más transparente: el cristal.

La política actual es excesivamente opaca. Nadie sabe nada de nadie, y cuando se sabe, es mejor ocultarlo. Tanto ocultismo daña a todos los políticos, incluso a los que honradamente han dedicado su vida al servicio del país.

Hacen falta, con urgencia, políticos de cristal, políticos cristalinos y claros como el agua, políticos que enseñen todo lo que llevan dentro, que reflejen los favores que tienen que devolver, las deudas que tienen que pagar, y las cargas que han de soportar.

Menos tapujos y más verdad, menos secretos y más transparencia.  Las cuentas claras, y los políticos de cristal. Porque el cristal se rompe, pero no se corrompe.