Cuatro puntos y 36 décimas
miércoles 27 de febrero de 2013, 12:10h
Todos los sustos que han llegado de Italia a Europa y a
España tras los resultados electorales se explican en cuatro puntos, que son
los que separara a las formaciones de Bersani y Berlusconi de la de Beppe
Grillo; y en 36 décimas, que son las que separan o unen, según se miré, a
Bersani y Berlusconi.
Las curiosidades electorales del país hacen que esas
pequeñas décimas le permitan al Partido Demócrata tener 340 diputados en el
Parlamento mientras que el PlD se queda tan sólo en 124, con las 5 Estrellas en
108 y el centro derecha de Mario Monti, el gran castigado por las medidas
contra la crisis, en 45 escaño. En el Senado ocurre algo parecido a lo que
sucede en España: Bersani tiene más votos pero Berlusconi más senadores, dada
la diferencia de representación por regiones.
Si creemos que el número de parlamentarios en nuestro
país es grande, con sus 350 congresistas, el tema en Italia es aún peor: en su
Parlamento hay 617 y en su Senado 301, con poblaciones muy parecidas, en torno
a los 46- 47 millones de habitantes. Tal vez por eso una de las líneas de
fuerza de Grillo y sus seguidores haya sido la de disminuir el número de
políticos en la vida pública. Algo que en España se habla, entre otros por
Esperanza Aguirre y Dolores de Cospedal, pero sin dar los pasos necesarios para
llevarlo a cabo, sobre todo por la negativa del PSOE de entrar en ese terreno
dada la .imitada capacidad representativa que tiene en estos momentos tras los
duros resultados de las elecciones generales autonómicas y municipales del año
2011.
Italia, los ciudadanos italianos le han dicho no a los
planes de la Unión Europea. Para ser más exactos le han dicho no a Ángela
Merkel y a sus socios del norte de Europa. Han dicho no a los recortes
sociales, han dicho no a la política económica y financiera de Bruselas y del
Banco Central que comanda su paisano Mario Draghi. Han dicho no a un país que
camina rumbo a la pobreza mientras su clase dirigente dirime sus ambiciones en
las urnas. Y han dicho si, no a dos comicos como Beppe Grillo y Silvio
Berlusconi ( capaz de resucitar cien veces). Han dicho si a una esperanza de
cambio y a una engañifa de cambio pero ambas lejos de los designios de un euro
que gana cada vez más en desafectos, por mucho que las defensas oficiales de
los partidos oficiales se empeñen en proclamar sus virtudes para los ciudadanos
de a pie, y de todos los países que han adoptado la moneda única.
Italia no es ingobernable, lo que ocurre es que los
ciudadanos de ese país están hartos de que les gobiernen siempre los mismos y
de la misma forma. Ocurre algo parecido en España y si ahora hubiera
elecciones, lo veríamos. Veríamos como se derrumbaban tanto el Partido Popular
como el Partido Socialista, e incluso como no recogían ese voto y se estancaban
fuerzas como Izquierda Unida y la UP y D de Rosa Conde, esta última escondida e
incapaz de salir a escena tras la metedura de pata de su diputado Toni Cantó.
Se requiere un cambio de modelo, en Italia del modelo de República que no supo aprovechar el escándalo de la Tangentopolis para iniciar
otro modelo de sociedad y de relaciones dentro de ella, limitando se a cambiar
el nombre de los partidos y las caras de los que los lideraban; y en España de
un modelo de Monarquía que se ha agostado y necesita de un repulsivo que la
devuelva al papel que jugo durante la llamada Transición democrática.
Las mismas o muy parecidas tensiones norte-sur entre las
regiones de Italia existen en España. La union que propició y dirigió Garibaldi
se arrastra en cada elección, en cada apuesta de las fuerzas políticas por
mantener sus privilegios, los suyos y los de los territorios que representan,
en ese caso el de la Liga Norte, por ejemplo. Aquí, la unión que salió de la
Constitución de 1978, con sus 17 autonomías y sus diferencias entre las que se
desarrollaron por el articulo 151 y el resto en función de sus singularidades
históricas, idiomáticas o territoriales ( caso de Andalucía), hace agua por
todas partes. Los Estatutos de cada una de ellas ha consagrado el principito de
que ninguna quiere ser menos, ni tener menos derechos que la de al lado,
haciendo que desde todos los puntos de vista, ya san políticos, económicos o
sociales, España se haya convertido de verdad en ingobernable como país, como
nación, como estado. El disparate del " café para todos", que se
explicaba hace treinta años por la necesidad de que las fuerzas que salían de
la Dictadura no entorpecieran la puesta en marcha de una democracia
parlamentaria de corte occidental, se ha consumido en sí mismo y necesita de
urge tes y profundos cambios. De la crisis económica y financiera saldremos un
año ante o un año después, peor o mejor respecto a una Europa y un mundo
globalizado, pero de la crisis estructural e institucional, tal y como se están
comportando los partidos políticos y sus dirigentes, no saldremos y terminarán
por hundir a esta España nuestra.