martes 26 de febrero de 2013, 00:14h
¿Qué creen que se siente cuando uno lo ha sido todo y, de la noche a la
mañana, pasa a ser un don nadie? Resulta curioso como algunos políticos
claves en las últimas décadas en Andalucía han desaparecido del mapa en
un abrir y cerrar de ojos. Todavía se puede entender que el ex
presidente del PP-A, Javier Arenas, haya decidido retirarse a sus
cuarteles de invierno de la calle Génova después de no conseguir el
pasado mes de marzo su máxima aspiración política, la ilusión de su
vida: gobernar Andalucía, pese a lograr el milagro -con el tiempo se
comprueba que fue todo un milagro que no volvera a repetirse- de
derrotar en las urnas al todopoderoso partido único que maneja el
régimen a su antojo desde hace cuarenta años. Lo que cuesta más trabajo
entender es como el ex presidente de la Junta, Manuel Chaves,
todo un virrey vitalicio en Andalucía durante la friolera de veinte años
aceptó el caramelo envenenado que le ofreció en su momento José Luis Rodríguez Zapatero y
se marchó a Madrid como vicepresidente del Gobierno y ministro de
Política Territorial y Administración Pública, dejando la Junta en manos
de su enemigo íntimo, Pepe Griñán. No había que ser un aguililla
para saber que Zapatero estaba en caida libre e iba a durar en el cargo
menos que un caramelo en la puerta de un colegio y no había que ser
Nostradamus para saber que Griñán le iba a dar la puntilla en forma de
puñalada trapera a su padrino y antecesor, como así sucedió pocos meses
después, nada más abandonar Sevilla. Dicel el expresidente que se lleva
bien con Griñán aunque reconoce que ya no van al cine junto con sus
esposas como hacía antes, lo que da a entender que las relaciones se han
deteriorado, y mucho.
Chaves es ahora mismo un diputado más, un escaño
culiparlante de los trescientos y pico que pueblan el Congreso en la Carrera de
San Jerónimo. Junto a Gaspar Zarrías es solo eso. Quien lo ha visto y quien
lo ve. Por eso cuando vuelve a Sevilla y comparece en lo que era antes "la
suya", Canal Sur, para someterse a un turno de preguntas de compañeros de
la cuerda levanta expectación porque algunos todavía creen que sería capaz de
cantarle las cuarenta a quienes le han traicionado, dándole la espalda y
prejubilándolo como si la Junta hubiese hecho el consabido ERE que han puesto
en marcha casi todas las empresas periodísticas. Lo dicho, Chaves ha llegado al
"Buenos días" de Mabel Mata y ha sentado cátedra afirmando que
"no se pueden equiparar los casos ERE y Bárcenas" porque, según él, Bárcenas
tenía su despacho al lado del de Rajoy y él nunca despachó con los
directores generales de la Consejería de Empleo (vulgo Javier Guerrero).
Peregrina excusa porque uno de los principales imputados en los EREs falsos, y
ya superan los sesenta, el consejero Antonio Fernández, sí se sentaba
cada martes en el Consejo de Gobierno y sí despachaba habitualmente tanto con
él como con su sucesor, José Antonio Griñán. Si hay una diferencia entre
el Caso Bárcenas y el de los EREs fraudulentos es que el primero ha podido
embolsarse una treintena de millones de empresas que buscaban tratos de favor,
mientras que en el segundo, ha sido la Junta de Andalucía la que ha donado
gratuitamente el dinero destinado a los parados, miles de millones, a empresas
e individuos afines al partido. Hay una gran diferencia entre un solo chorizo y
toda una ristra como la aparecida en Andalucía. Y no sólo en calidad sino en
cantidad.
En fin, dice Chaves que está muy bien que la gente aproveche
el 28-F, Día de Andalucía, para protestar contra los recortes del
Gobierno
central. Pero no dice nada del millón y medio de andaluces que, gracias a
su
gestión y la de su sucesor en el cargo, engrosan las largas listas del
paro en
esta comunidad con una tasa superior al 33 por ciento. De eso sí que
habría de
protestar en la calle mientras los sindicatos "amigos" permanecen más
mudos que Belinda. También a Pastrana y Carbonero habría que pedirles
aquello del "habla mudita" para que, al menos, justificasen sus sueldos y
sus subvenciones. Pero, claro, se callan porque no quieren molestar a
Griñán vaya que les corte el grifo. No, si al final, pese a lo de los
EREs, pese a lo de sus
hijos y pese a quien pese, van a ser muchos los que le echen de menos a
don
Manuel. Por eso, cuando asegura que "yo creo que mucho futuro político,
no me queda" no hace sino refrendar una condena que él mismo se buscó al
nombrar a Griñán como sucesor en San Telmo. Con amigos así, ¿para qué
quiere uno enemigos?