Regeneración frente a demagogia
lunes 11 de febrero de 2013, 10:26h
¿Está
acabado, agotado, el modelo que nació con la Constitución de 1978 y que
nos ha traído hasta aquí? ¿Una Ley de Transparencia acabará con los
problemas de corrupción? A ambas preguntas deberíamos responder
negativamente, aunque las dos haya que tomarlas en cuenta. La
Constitución debe ser reformada, pero con reforma o sin ella, los
valores que la forjaron siguen siendo fundamentales para la defensa de
la democracia. La transparencia de las Administraciones y de las
instituciones públicas es un requisito esencial, pero no suficiente. Si
no hay algo más detrás de esa ley, si no hay un compromiso expreso de
los políticos y de los ciudadanos, esa transparencia puede quedarse en
demagogia.
Lo
estamos viendo con la publicación de las declaraciones de la renta del
presidente del Gobierno y de otros políticos. ¿Sirve para algo que Rajoy haga
públicos sus ingresos? ¿Garantiza eso que su comportamiento ha sido
honrado? Muchos dirán que cobra mucho, o poco, que oculta otras cosas,
que ha cobrado dos o tres sueldos al tiempo, que un presidente... ¿Es
bueno quitar los sueldos a los parlamentarios como ha hecho Cospedal o como quiere hacer Gallardón con
los miembros del Consejo del Poder Judicial? Muchos lo aplauden, pero
dudo de eso garantice más eficacia, más independencia y menos
corrupción. Más bien creo que se debilita el poder de los controladores.
¿Es
bueno criminalizar a la banca -alguien ha llamado "criminal" a uno de
sus portavoces- en el asunto de las hipotecas y presentarla a la opinión
pública como la única culpable de este drama? ¿No tienen ninguna
responsabilidad los ciudadanos, y los políticos que generaron unas leyes
y los que ahora se resisten a cambiarlas a pesar del clamor popular y
de más de un millón de firmas que lo piden? La Banca ha cometido muchos
errores, pero su negocio es prestar y cobrar lo prestado. Y cada uno
somos responsables de lo que firmamos. Seguro que hubo engaños, pero no
todos fueron engañados. Una iniciativa popular para nacionalizar la
banca, o sus beneficios, tendría millones de firmas de apoyo. ¿Pero
alguien cree que esa sería la solución del problema?
Las
instituciones no son culpables de los males de España sino quienes las
gestionan. Los ciudadanos confían en los jueces, en los profesores y en
los médicos. Confían mucho menos en quienes dirigen el Gobierno, la
oposición, los partidos o los sindicatos. Y en la falta de controles
sobre ellos o, peor, en la existencia de controles tutelados por los que
deben ser vigilados. Cada problema que sacamos a la luz enmascara al
anterior, y, aquí, el gran problema es el paro y la recuperación
económica. Hay que regenerar el sistema desde el consenso para que los
ciudadanos recuperen su confianza. Pero, si los políticos, estos
políticos, quieren sobrevivir deben buscar acuerdos, escuchar a los
ciudadanos, legislar y gobernar para ellos, explicar lo que hacen,
expulsar a los corruptos, abandonar la demagogia. . Para eso les
elegimos. La solución no es una ventana en Internet. La solución es un
rearme moral, ético, individual y colectivo.