viernes 01 de febrero de 2013, 07:45h
Ahora
somos campeones mundiales de balonmano, como lo hemos sido de fútbol, de
baloncesto y hasta de tenis.
¡Ah,
se me olvidaba! También somos campeones mundiales de paro; sobre todo, de paro
juvenil.
No
me resisto a la tentación de establecer una correlación entre ambos hechos. Si
hubiésemos dedicado a la educación, a la formación profesional y a la creación
de empleo las ingentes cantidades invertidas en el deporte, otro gallo cantaría.
Pero, al parecer, preferimos títulos deportivos a puestos de trabajo.
Lo
malo es que en época de crisis el dinero tampoco llega para mantener las
elefantiásicas estructuras deportivas. El mejor ejemplo: que la mayoría de los
clubes de fútbol del país está prácticamente en quiebra.
Aun
así, oímos hablar de contratos millonarios y de astronómicas cláusulas de
rescisión, no ya de Messi, Cristiano Ronaldo y otros cracks, sino de cualquier futbolista de
medio pelo.
Lo
peor es que, al final, todo ese dispendio no lo pagan sólo los hinchas del
fútbol, sino que recae sobre todos los ciudadanos merced a las generosas
subvenciones de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas. Así se
explica que mientras la Generalitat Valenciana no tiene dinero para atender a
la sanidad, asuma los préstamos de Bankia -otro que tal- al Valencia C.F.
Estamos
ante un mayúsculo despropósito. Tanto es así, que nuestros jóvenes se parten el
alma no ya por cualquier empleo imposible, sino por un sustancioso contrato
deportivo.
Por
eso, quizás, tenemos tantos y tan buenos deportistas. Por eso, probablemente,
exportamos futbolistas hasta a la Premier
inglesa. Puestos a emigrar, mejor hacerlo como Mata o Silva, que no
como jornalero a la vendimia francesa.
El
dilema está claro: o deporte o paro.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
17589 | Rosa Paredes - 01/02/2013 @ 15:05:15 (GMT+1)
Don Enrique, ¡cuantas verdades dice en su artículo! Lástima no haberle comprado un balón de reglamento a mi hijo, que lleva en paro cuatro años, y haberlo enviado a entrenar al descampado que había tras la casa del domicilio familiar. ¡Con un buen entrenamiento para aprender a hacer filigranas con ese trozo de goma, ahora estaría nadando en el euro, y correrían los millones por su cartera, como las miñocas corretean en el césped de los estadios! Igualmente si se hubiese decantado por "el oficio de político corrupto" las cosas le irían mejor. Sin embargo, eligió otra profesión y decidió cultivar el intelecto con la esperanza de poder vivir, el día de mañana, con un mínimo de Dignidad. Hincó codos, pero la crisis del ladrillo le dió en plena cresta.
¡En fín, es lo que hay! Tampoco se trata de contar las miserias personales, aunque es bueno tener la oportunidad de poder escribir, en ese espacio en blanco que invita al diálogo, y soltar todo el veneno que tienes dentro. ¡Seguro que me van a llamar resentida social, pero es igual, lo soy. ¿Como no serlo ante tanta miseria económica y moral?
Saludos
Rosa Paredes
http://rosaparedes-rosa.blogspot.com
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