La
corrupción está en todos los titulares en estos días azarosos. Y fue el
principal ingrediente de la sabrosa sesión de control con la que, tras unas
demasiado largas vacaciones, el Congreso de los Diputados reanudó sus sesiones
de control parlamentario este miércoles. Creo que fue
Madame Roland, en el
momento de ser guillotinada por la revolución que ella contribuyó a poner en
marcha, la que pronunció la frase "libertad, libertad, cuántos crímenes se
cometen en tu nombre". Ahora tocaría parafrasear, señalando algo así como
"corrupción, corrupción, cuántos desmanes se cometen en tu nombre". Me parece
que el país está ahíto de irregularidades, de trampas, de mentiras, de
latrocinios en nombre de la buena marcha del Estado, pero que solamente sirve
para el beneficio de los aprovechados. Ha llegado el momento de poner fin a
esta situación y solamente ese Parlamento donde se tiran los trastos a la cabeza
con el ya tristemente célebre 'y tú más' puede ser el escenario en el que se dé
un acuerdo verificable, creíble, sustancioso, eficaz.
Lamenté
mucho que, en el primer acuerdo que marcó este 2013 que confío que esté lleno
de consensos, solamente 'populares' y socialistas pactaran la salida para las
'preferentes'; no me extrañaron las quejas del nacionalista catalán
Sánchez
Llibre, lanzadas, eso sí, en público y de manera extemporánea, por haber
quedado fuera de este pacto, ni me sorprenden las críticas de los restantes
grupos. Creo que es deber de los dos grandes partidos nacionales procurar que
los consensos parlamentarios se extiendan a la mayor cantidad de grupos
posible, máxime en momentos en los que algunos nacionalistas -no, ciertamente,
el señor Sánchez Llibre- se sienten invadidos por una tentación secesionista.
Ahora
tenemos ante nosotros la posibilidad de llegar a un amplio acuerdo contra las
prácticas corruptas que enlodan la vida política y destruyen cualquier atisbo
de credibilidad en la generalidad de nuestros representantes, por mucho que
siempre hemos de advertir que la mayoría son gente honrada y dedicada a lo
suyo, que es, por supuesto, lo nuestro. Necesitamos, y la clase política lo
necesita aún más que nosotros, los ciudadanos en general, un amplio pacto
anticorrupción, que abarque desde la vigilancia extrema en la financiación de
los partidos hasta los controles de las actividades públicas hasta del último
concejal del último pueblo de España. Son medidas inmediatas, que no excluyen
la necesidad de otras de mayor calado -y aquí es, ya lo verá usted, amable
lector, donde surgirán las dificultades-: mucha mayor transparencia de los
partidos y las instituciones, una forma de gobernar participativa, que la
sociedad civil pueda formar parte de esas 'comisiones de control' de lo que
hacen nuestros representantes... De momento, el proyecto de ley de
transparencia, aprobado a bombo y platillo en Consejo de Ministros, sigue su
interminable periplo por el sesteante Parlamento, quién sabe hasta cuándo y
quién sabe con qué efectos reales cuando finalmente se apruebe.
Mientras
este nuevo pacto, que tiene que incorporar también a los nacionalistas de toda
laya -faltaría más--, no se haya dado, seguirán cometiéndose desmanes, se les
llame corrupción pura, abusos, transgresiones o cara dura, como dicen quienes
quieren minimizar la trapisonda propia maximizando, de paso, la ajena, que esa
es otra. En el fondo, lo que quieren esos corruptos -ya digo que quiero creer
que aislados-- es consolidar una casta dominante, olvidando que es el
contribuyente quien elige y paga a quienes le representan. Y esa casta es la
que tiene que desaparecer cuanto antes de la faz de este país que todos
queremos mejor. ¿Es que no habrá consenso para lograrlo?
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>