martes 22 de enero de 2013, 07:57h
La corrupción política ha llegado a
unos límites insostenibles, y se hace
más vigente que nunca aquella pregunta de Cicerón. "¿Hasta cuando van a abusar de nuestra paciencia?"
Mientras el pueblo aguanta la crisis
económica, agobiado por impuestos y recortes sociales, mientras el país ve como
emigran sus mejores jóvenes, y sufre el lastre de seis millones de parados, una
clase política irresponsable disfruta impunemente en un mundo feliz. Unos coleccionando coches de lujo, otros atesorando
millones en paraísos fiscales, unos repartiendo sobres bajo mano con dinero
negro, otros acumulando subvenciones, dietas y prebendas.
Pasan los años, y la corrupción no se
elimina, simplemente cambia de bando, entre la algarabía de unos y otros. Como
mucho, ponen un parche, hacen un
remiendo, y esperan que surja otro nuevo
caso que tape el anterior. No hay soluciones, porque ellos no son la solución, son el problema. Los elegidos del pueblo se convierten en enemigos del pueblo, y en
vez de servir al país, se aprovechan de él. Olvidan su pasado, desperdician su
presente y se aseguran el futuro.
Urge una renovación total, hace falta
una reacción ciudadana, una protesta imparable, para que los políticos
honrados, que haberlos, haylos, cambien las leyes que sean necesarias. Tendríamos
que tener muy presente este consejo de don Miguel de Unamuno:
¿Tropezáis
con uno que miente? Gritadle a la cara: ¡Mentiroso! Tropezáis con uno que roba?
Gritadle a la cara: ¡Ladrón! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías a quien oye
la gente con la boca abierta? Gritadle a la cara: ¡Estúpido!
Si
seguimos soportando esta situación, no tendremos el derecho de llamarnos
ciudadanos. Hay que eliminar la corrupción política, caiga el partido que caiga.
No podemos dejar que los corruptos se adueñen de nuestras instituciones
democráticas. Están abusando demasiado de nuestra paciencia.