España suele ser un país que se define, entre otras peculiaridades
políticas, por su falta de transparencia. Algo que no afecta solamente al
Gobierno de turno o a la ocasional oposición, sino a las instituciones, al
mundo empresarial y, desde luego, a las actividades de la algo caótica,
desestructurada y magmática sociedad civil. Yo diría que la ausencia de una
vida parlamentaria bien concebida, la dispersión judicial y el hermetismo de
los ejecutivos, junto con la situación angustiosa en la que viven los medios,
contribuyen bastante al auge de este 'Estado inexplicado', del que
en la semana que hoy concluye podemos encontrar abundantes ejemplos.
Nadie nos da razones lo suficientemente satisfactorias, sin
ir más lejos, sobre la dimisión abrupta del 'número dos' de Interior,
Ignacio Ulloa, en un momento en el que este Departamento es un hervidero de
fricciones derivadas de esos informes policiales no solicitados (o sí...),
refriegas competenciales entre Policía y Guardia Civil, filtraciones y un largo
etcétera, todo bastante misterioso. ¿De verdad es creíble que
Ulloa,
manifiestamente enfrentado al director de la Policía Nacional, haya dado el
portazo por motivos meramente 'personales'?. Me parece que el
ministro
Fernández Díaz nos va debiendo una explicación franca y abierta, sin
escudarse en inexistentes razones de Seguridad del Estado. Lo inseguro es,
precisamente, la perplejidad ciudadana ante episodios de este tipo.
O podríamos hablar de los muchos silencios derivados del 'caso
Noos', o 'caso Urdangarín', si usted así lo prefiere. Todo lo
que se refiere a este asunto, en el que ahora se quiere mezclar a personas muy
relacionadas con el Rey, exige una declaración completa de algún portavoz de La Zarzuela, que ponga las
cosas en su sitio. No se puede permitir que un chantajista, como el ex socio
del yerno de
Don Juan Carlos, pretenda poner patas arriba una institución sólida
y ahora tan necesaria como la Corona. Ni
es tolerable que algunas voces argumenten, sin más, que la suspensión de un
viaje del Monarca a Abu Dhabi se debe a las ramificaciones del 'caso Noos',
mientras que otros aluden a la salud del Jefe del Estado. La etapa de
aperturismo informativo inaugurada en La Zarzuela por el nuevo equipo de la Casa del Rey ha de quedar patente
también, y especialmente, en este momento.
Y sí, yo quisiera explicaciones más completas sobre la salud
de la economía española, en lo que parece ser el inicio de un 'momento
dulce' (un poco más dulce), quizá porque los sólidos valores del Ibex se
han puesto a buen precio tras el tiroteo mediático procedente de los 'salmones'
anglosajones. Lo que estoy preguntando, en dos palabras, es si ese cerco
exterior al que España está o ha estado sometida tenía que ver con lograr
gangas para esos inversores extranjeros que, apoyados en el cañoneo mediático, regresan
ahora con el carrito de la compra. ¿Algo que decir desde Economía, desde
Hacienda, desde el silente 'observatorio económico' de La Moncloa?
Ya puestos, incluso me gustaría que el Gobierno que preside
Mariano Rajoy -mejor él mismo- explicase a los españoles cómo
piensa enfrentarse al inmenso y descabellado desafío que está planteando al
Estado el mesías
Artur Mas. Al menos a mí no me bastan las alusiones desde el
atril del Consejo de Ministros a la ilegalidad y a la presunta inutilidad de
esa 'declaración conjunta' soberanista de Convergencia -con arrogancia--,
Unió -con dudas-y Esquerra Republicana --con la alegría de haber
recibido un regalo inesperado--. Parece como si desde el Ejecutivo central
siguiesen sin tomarse en serio la amenaza procedente de la presidencia de la Generalitat de
Catalunya. ¿Existe algún 'plan B'? Silencio igualmente. Y menos mal
que CiU-ERC se han quedado solos en su proclama, habiendo al fin abandonado su
ambigüedad -también en el PSOE faltan muchas aclaraciones-los socialistas
catalanes...
Así las cosas, ¿cómo extrañarse de la desconfianza de los
ciudadanos ante los equilibrios en el trapecio de su clase política, de sus delegados
de todo orden? Es que ya llegamos a los extremos de que ni siquiera la dimisión/cese
de un vicealcalde madrileño, tras dos meses de angustia derivada del horror del
Madrid-Arena en Halloween, ha sido abierta y verazmente comentada a la gente de
la calle. Todo queda en los cenáculos, en los aparatos partidarios, en los
sanctasanctorum políticos, como si lo que ocurre no nos perteneciera a todos,
los votantes que elegimos y los 'cotizantes' que cumplimos con nuestros
impuestos. Esos impuestos que sirven para pagar los sueldos y las
representaciones de quienes, valga la redundancia, dicen representarnos.
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