Todavía con la resaca de fin de año, y en el primer BOE de 2013, se anuncia la rumbosa concesión de "subvenciones millonarias a más de 100 revistas y 200 editoriales". A una, que lo lee en un par de confidenciales ya a la vuelta de Reyes, se le ensancha el corazón. A ver si todo no va a ser tan malo.... Pero no lo quiso dios. Un poco de dinero, si, pero vamos a ver cuánto. Y cómo.
Hay que
empezar por decir que 209 editoriales y 109 revistas, recibirán subvenciones a
la producción por valor de 3,7 millones de euros. En total, no cada una! Dejando las editoriales para otro día, que
hay mucha tela, y ciñéndonos a las revistas
culturales, que son un poco las parientes pobres de nuestra cultura
escrita, ciento nueve cabeceras se repartirán un total de 1.730.000 euros, con
cargo al agonizante presupuesto de 2012. Sobre lo que recibieron en 2011,
2.190.000, han tenido una rebajita de casi medio millón. Y según se dice por
los mentideros, el de 2013 -que ya estamos, si, pero todavía no estamos- bajará un 55 por ciento más.
Así que José Ignacio Wert no debería
sentirse tan espléndido como dicen los confidenciales.
Con todo, y
ya que los recortes son los recortes, el descenso del dinerito no es lo peor.
Lo peor es el cambio del sistema, y me explico. De toda la vida, en todos los
regímenes, los Estados, con mejor o peor intención, y llamándolo de un modo u
otro, han financiado una parte de los productos culturales. A veces, para conseguir
clientes, a veces para favorecer amigos. Y a veces, para fomentar de verdad la
extensión de la cultura. Las políticas, los procedimientos, las finalidades,
marcan la diferencia. Pero parece que hay una coincidencia en que es necesario
que estos productos culturales estén en la sociedad, y que el mercado, por
todopoderoso que sea, no garantiza ni la existencia ni el acceso a los de
"difícil comercialización". Muchos libros y revistas culturales entran en ese
concepto. Pues bien, desde 1990, hace 22 años, se encontró un sistema que,
aunque tuvo sus detractores en su momento, acabó convenciendo a todos los
concernidos. El Estado, por la vía del Ministerio de Cultura, ayudaría a las
revistas comprando suscripciones con destino a su red de Bibliotecas Públicas. No daría dinero a fondo perdido, por
tanto no eran subvenciones en sentido estricto, sino que distribuiría entre las
bibliotecas un número de ejemplares de cada una. Y todos contentos. Las revistas, porque esa compra les daba un
colchón, aunque fuera pequeño, para su supervivencia siempre precaria, además
de una plataforma para su lectura. Las bibliotecas, siempre cortas de
presupuesto, tendrían a su disposición estas publicaciones, y los lectores, que
podrían mantenerse informados desde la Biblioteca. Además, el sistema
garantizaba una forma de cohesión que se corresponde a la estructura
territorial -y lingüística- de España, pero también a su diversidad cultural.
En todas las bibliotecas habría -hay!- revistas en todas las lenguas del Estado. En Toledo y en Bilbao, en Lugo y en
Almería, en Lleida y en Guadalajara. En euskera, en catalán, en gallego y en
castellano.
Pues bien,
en 2011 se "descubrió", todavía bajo el mandato del PSOE, que las suscripciones
debían ser prerrogativa de cada biblioteca. Un lapsus legal que, tras 20 años
de probada eficacia, podría haber sido cambiado. El lapsus, no el sistema.
Bueno,
pues ahora se cambia, el sistema, no el lapsus.... Justo cuando las Bibliotecas
Públicas gozarán de presupuesto cero
para compras -fue de lo primerito que recortó el PP- y cuando crece el número
de usuarios, las revistas ya no llegarán de oficio a las bibliotecas de la red
del Estado. Ni los libros subvencionados. Pero, como ha dicho el ministro Wert, no importa. Ya tienen muchos
libros y muchas revistas....
Quieren la
verdad? Nuestros fondos no llegan al 20% de los que tienen las nórdicas., ni
llegan a la media europea. En realidad, son bastante birrias. Y más que van a
ser, sin un duro para estar al día.... Es que no podrán cumplir su función de
fomento, extensión y democratización de la cultura. Y a lo mejor es esta última
palabra -este último objetivo- el que ya no están dispuestos a perseguir.
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