La obsolescencia programada
martes 08 de enero de 2013, 08:22h
Un dominical de ámbito nacional
publicaba el pasado fin de semana un interesante reportaje sobre la llamada
"obsolescencia programada", ya saben, la caducidad marcada de fábrica
de la mayoría de nuestros electrodomésticos para que tengan una vida corta y
nos veamos obligados a cambiarlos por otros nuevos a los pocos años de su
salida al mercado para mantener vivo el consumismo. La práctica, bastante
habitual en el mercado de las sociedades occidentales, es un fiel reflejo del
mundo capitalista para el que el consumidor no es sino un número, una fuente de
ingresos continua que engrose y llene las bolsas y los beneficios de las
multinacionales. Dicen los expertos que esta obsolecencia programada es
fundamental para perpetuar la economía, para que las empresas sigan funcionando
y produciendo y no se vean obligadas a despedir a sus trabajadores. Pero esto
de la crisis ha puesto en evidencia muchas teorías hasta ahora aceptadas como
si fuesen palabras divinas. Pese a la caducidad programada, muchas fábricas de
electrodomésticos, de coches, de bombillas, de objetos de uso diario en todas
las casas, han acometido drásticos expedientes de regulación de empleo o han
cerrado sus factorías dejando en la calle a decenas de miles de trabajadores.
La obsolescencia no era pues el factor clave para su supervivencia sino
simplemente una carta más en su manga para aumentar sus beneficios. Nos han
estado engañando durante años como a panolis con el beneplácito o la vista
gorda de las autoridades competentes que deberían de controlar los buenos usos
y hacer lo posible para evitar el fraude a los ciudadanos. Y lo que es peor,
les hacen la vida imposible a todos aquellos investigadores que quieren lanzar
al mercado algún producto que dure casi toda la vida.
Si esto ocurre en el plano económico, algo similar sucede en el ámbito
político. A poco que lo analicemos, los gobiernos que nos dirigen están también
presos de un "obsolescencia programada". Estaba medianamente claro
que Rodríguez Zapatero tenía marcada su fecha de caducidad en 2012 y
mucho me temo que Mariano Rajoy sea incluso más breve que su antecesor y
llegue a duras penas hasta el 2016. Pero como toda regla tiene su excepción, y
hay aún alguna bombilla que sigue funcionando un siglo después de ser colocada
o un frigorífico que lleva más de cincuenta años enfriando como si fuese el
primer día, la "obsolescencia programada de los políticos" también
tiene algunas excepciones que rompen la regla. No hace falta ir muy lejos para
comprobarlo. Aquí, en Andalucía, cuando todo el mundo daba por agotada la larga
vida del PSOE que llevaba mandando en la comunidad más de cuarenta años,
resulta que viene un "manitas" en forma de Diego Valderas, y
hace una chapuza para que la maquinaria de Pepe Griñán siga funcionando,
al menos, otros cuatro años más, a cambio, claro, de que lo coloque a él y a
sus ayudantes como técnicos de mantenimiento para evitar indeseables averías.
Y como lo ideal para evitar que un electrodoméstico se estropée es no
utilizarlo, Griñán ha decidido que lo mejor que hace es desenchufar a su
Gobierno y dedicarse no a lo que le corresponde, que es tratar de solucionar
los problemas que sufre Andalucía, sino a sembrar dentro de su partido para
poder recoger futuros frutos. Lo que menos le interesa al presidente de la
Junta en estos momentos es ocuparse de combatir el paro o la corrupción, no sea
que se le queme la dinamo a la máquina si la fuerza, sino a plantear modelos de
propuestas federalistas para el Estado español que, como todos sabemos, es lo
que no nos deja dormir a los andaluces de lo preocupados que nos tiene. Desde
el jueves, los dirigentes socialistas andaluces, presididos por Pepe Griñán, se
reunen en Carmona para debatir sobre la España federalista. ¡Manda huevos!, que
diría Trillo. ¿Irá también el manijero que quiere ponerle un bozal al obispo de
Córdoba y el bocazas del portacoz parlamentario? Deberían. Aunque sólo sea para
ver si aprenden algo.
A lo que iba. En contra de lo defendido al principio de este artículo, yo sí
sería partidario de la "obsolescencia programada" de los políticos.
Aunque sólo sea para renovar de una vez un sistema que en Andalucía se ha
quedado, ese sí, absolutamente obsoleto.