viernes 28 de diciembre de 2012, 08:32h
Los
diputados españoles presumen, con razón, de ser de los más prolíficos del
mundo. Efectivamente, según la CEOE, en España hay en vigor nada más ni menos
que 100.000 leyes de todo tipo.
La
mayoría de esas normas cambian constantemente, son contradictorias unas con
otras, sus destinatarios ignoran muchas veces su misma existencia y gran parte
de ellas nunca llegan a aplicarse.
Por
eso me aterra que el portavoz socialista valenciano, Antonio Torres, pida más presencia en las Cortes autonómicas y más
días de trabajo legislativo.
¡No!,
¡por favor! ¡No más leyes! Me conformaría con que se aplicasen las que hay y
que incluso se redujera la mayoría de ellas, como las que imponen diferente
etiquetado de los productos de una región a otra u obligan a hacer distintas
pruebas de ITV en cada Comunidad Autónoma.
Es
que a nuestros políticos les gusta tanto legislar que hasta modifican muchas
leyes antes de que entren en vigor o las sustituyen en seguida por otras que
dejan las cosas como estaban antes de su modificación. Lo importante es dictar
leyes y presumir luego, como se envanecía el portavoz de un Gobierno autonómico,
de que "hemos duplicado de un año a otro el número de leyes aprobadas".
Para
remediar tanta hemorragia legislativa propongo que los parlamentarios pasen
menos tiempo en sus escaños y más en la calle, visitando asociaciones de
vecinos, comités de empresa, grupos de discapacitados, pequeños empresarios,
oficinas del INEM...
Eso
es lo que suelen hacer los diputados británicos y ya ven: por no tener muchas
leyes, hasta carecen de Constitución escrita; pero, eso sí, sus conciudadanos
se sienten mucho mejor representados por ellos que nosotros por tantos
prolíficos e inútiles legisladores como mantenemos.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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