Dicen
los expertos, fundamentalmente sociólogos y trabajadores sociales,
que a partir de 2011 ya podemos hablar en España de pobreza infantil
crónica, e incluso de pobreza estructural de la sociedad española,
a finales de ese mismo año.
Hasta
hace cuatro días, efectivamente, al menor pobre podía
encuadrársele dentro de una familia de clase baja, pero ese
concepto es cada vez más aplicable a niños de
clase media, cuyas familias se han visto sin trabajo y sin casa de
la noche a la mañana. Y, lo que aún es mucho peor, sin
perspectivas de poder modificar esa situación a corto ni a medio
plazo. A ese grupo puede añadirse también el de las
familias jóvenes con niños, sin arraigo
en el mercado de trabajo y con sueldos muy bajos, lo que nos lleva
a contemplar uno de los cuadros sociológicos más dramáticos de
los últimos 50 años en España , y que ha surgido de la actual
crisis económica.
El
último informe sobre España de UNICEF, que se hizo público a
finales de mayo de 2012, alertaba sobre la crítica
situación en la que se encuentran más de dos millones de menores
españoles (26% del total), que viven en hogares cuyos ingresos no
permiten que puedan llegar a fin de mes, y que, por tanto, han
tenido que recortar la lista de la compra o han tenido que renunciar
a comprar material escolar, o ambas cosas a la vez.
Familia
La
existencia de un fuerte arraigo familiar en la sociedad española
está salvando por el momento la situación. Los muchos o pocos
ahorros de los abuelos, y su extraordinaria capacidad financiera y
económica para estirar hasta el límite su ajustada pensión está
obrando verdaderos milagros hasta la fecha, aunque pronto veremos
que habrá que agudizar aún más la estrategia porque las pensiones
se han visto ya afectadas en los presupuestos de 2013 y -si
entre todos no lo remediamos- , se van a ver aún más en los
próximos años, y los ahorros no son precisamente un pozo sin
fondo.
Esta
situación no es de recibo ni el gobierno de Rajoy puede
permitirla indefinidamente. El sentido común exige la adopción de
políticas propias para
transformar este estado de cosas. No estaría demás que el ejecutivo
tuviera en cuenta lo que el mismo
presidente del organismo internacional, Jean Zermatten, reclamaba
para hacer frente a esta dramática situación: una
estrategia nacional, que
elimine la descoordinación "que existe entre las distintas
administraciones", y a la que se asigne un porcentaje específico
de los presupuestos del Estado "para recursos asignados
exclusivamente a los niños.