lunes 17 de diciembre de 2012, 10:03h
Sazonado con la salsa casera de los instintos
localistas, bajo el nombre de nacionalismo, se disfraza algo que sería
impresentable bajo su verdadera realidad: aislacionismo. No solo porque, en el
caso de España, como miembro de la Unión Europea, el nacionalismo llevado a su
hipótesis final, la independencia, signifique desgajarse sin perspectivas de
regreso a plazo históricamente previsible, sino porque la ruptura interior del
mercado único significaría el distanciamiento económico de los territorios
circundantes. A nivel universal, el establecimiento de relaciones de un nuevo
pequeño estado es, también, un trance complejo y dilatado, dado que los lazos
de intercambio y amistad con otros pueblos no son formulas automáticas,
derivadas de un simple reconocimiento formal, sino consecuencia de tradiciones
e intereses establecidos a través de los siglos. Ni siquiera entra en lo
improvisable el funcionamiento de una red consular completa y jurídicamente
eficaz sin personal ni instalaciones reconocidas. El choque con la realidad de
los ciudadanos y los intereses de una nación con proyección internacional
política, monetaria, defensiva y cultural, convertidos en ciudadanos de una
entidad política menor, poco conocida e improvisadora de nuevos lazos
internacionales es un trauma de tal calibre que condena al retroceso y a la
pobreza mental y material a varias generaciones.
Es difícil
suponer cuanto tiempo tardarían en recuperarse del trauma los pueblos víctimas
de los nacionalistas y cuanto tardarían sus hipotéticos dirigentes en intentar
un camino de vuelta, buscando alianzas de seguridad y defensa, cooperación
diplomática, acuerdos comerciales y demás instrumentos necesarios para volver a
un "status quo" más o menos aproximado a las circunstancias de la situación anterior
a su voluntario proceso de aislamiento. Es conveniente que se despliegue una
pedagogía informativa suficiente para que los ciudadanos de algunos territorios, adormecidos por el
narcótico barato de las músicas locales, se enteren de que esto de los
nacionalismos son historias imaginarias que nunca existieron en el pasado ni
tienen ningún porvenir razonable en el futuro. Que sepan que lo que han
presentado como nacionalismo unos políticos de campanario es un invento
peligroso que solo conduce al aislacionismo, en dirección contraria a la marcha
del mundo en que vivimos. Hace falta que el pueblo comprenda que cuando se dice
que algunos políticos pueden llegar a ser un problema por sí mismos y no la
solución de los problemas, no hay peor
problema que el derivado de dar crédito a unos tales que quieren convencer a la
gente poco reflexiva o poco informada de que una Nación-Estado pueda nacer
porque lo digan ellos, en un trance de alucinación, y no por la sedimentación
de la historia, la cohesión social de una larga convivencia y los objetivos
comunes. Nacionalismo, en el siglo XXI, no quiere decir otra cosa que
aislacionismo.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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