La Historia
se vive de uno en uno. A veces, los relatos de esas historias, que tienen como
materia la memoria, consiguen conmover al lector. De dos de estas novelas, bien
distintas entre sí, habla esta columna.
Yo creo que
lo peor que te puede pasar con un libro es que te deje indiferente. Los hay, y
no siempre es culpa del libro: el lector, la lectora en este caso, pone lo
suyo, que además es cambiante. Como la lectura es cuestión de tiempo, y el
tiempo nos cambia a todos, y a todas, va a depender mucho de cómo esté una, de quién sea en ese momento, el que el
libro entre de buenas. Porque, como
las personas, hay libros que te esperan y otros que te salen al encuentro. Hay
algunos en los que el placer de la lectura va derecho a la mente: será
descubrimiento, será reto, será puro paladeo de las palabras. Otros, que se
recorren como patinando por la historia, por esos avatares -en el sentido de
acontecimientos, no en éste moderno de imagen virtual de uno- que van
ocurriendo. Otros, por fin, que te llegan derechos al
corazón. Que te
conmueven. Y hoy quiero hablar de dos de estos últimos. Bien distintos, por
cierto.
El tiempo que vendrá, de Ovidio Parades, es una novela de iniciación. Es una educación
sentimental, en la que, en siete capítulos que podrían ser leídos como relatos
independientes, pero que conviene que no, nos cuenta muy por extenso, que diría el Lazarillo,
lo que ha pasado para que el narrador adulto sea quien es, espere lo que
espera, ame lo que ama. Con la eficacia de la primera persona, corre el riesgo
de una lectura demasiado autobiográfica, pero es un riesgo asumido por la
enorme credibilidad, o mejor, la enorme sinceridad que transmite desde la
primera a la última página. Más que de una iniciación homosexual, se trata del
relato de la infelicidad que se le infringe al protagonista, desde niño, por el
hecho de ser homosexual. Acoso, marginación y silenciamiento, que, sufridos
desde la infancia, acumulan una enorme y conmovedora cantidad de sufrimiento. Y
por ahí, y no en último lugar, Ovidio
Parades hace un impresionante alegato por la igualdad. No es raro que se
refugie en el mundo de la madre y de la abuela, de la literatura, en fin, que
muchas veces, como decía Juan García
Hortelano de su propia formación como contador
de historias, es un mundo de mujeres. Y desde luego, en la novela que nos
ocupa, un lugar seguro, en contraposición a ese horrible colegio de curas, brutalmente
masculino.
Pero no nos
confundamos: El tiempo que vendrá no
es una novela de infancia. De hecho, la memoria bascula entre la experiencia y
la esperanza. Entre la mala experiencia y la buena esperanza. Ese amor
redentor, y esa normalidad social, recién conquistada por la sociedad española.
Porque las experiencias personales forman parte de la memoria colectiva cuando
se socializan, cuando se publican. Y eso es lo que hace Ovidio Parades con esta novela en la que lo autobiográfico pasa a
ser metafórico. Una pequeña editorial asturiana, Trabe, se ha hecho cargo de
ponerla en circulación. Como decía el crítico Ignacio Echevarría en una entrevista reciente, completamente
escéptico acerca de las posibilidades de la crítica literaria, el ocuparse de
estas producciones culturales minoritarias por sus propios aparatos, es una
frontera que separa a unos críticos de otros. Pues eso.
Libros,
decía más arriba, que van derechos al corazón. Cambiando absolutamente de tercio, pero sin movernos de la literatura de
iniciación, 1948 es el título de la
novela de Yoram Kaniuk publicada recientemente
por Libros del Asteroide. Kaniuk,
nacido en Jerusalén hace 82 años, combatió con 17 en la guerra de Israel contra
todos los países limítrofes, que comenzó inmediatamente después de la fundación
del Estado. Era un crio. Mató, y vio morir a sus compañeros. Ha tardado sesenta años y un montón de novelas y ensayos, poemas y artículos, en poder contar esta historia que, seguramente, está en la
base de todas las suyas. Porque es una experiencia fuerte, fundacional. Como el
propio conflicto a que se refiere, está en la base de una personalidad, la
suya, pero también de una historia complicada que le ha durado toda su
biografía y que ahí sigue. El conflicto árabe-israelí, tan cargado de valor simbólico, con tanto
peso en el imaginario colectivo, y frente al cual Yoram Kaniuk ha mantenido y mantiene una actitud extremadamente
crítica y muchas veces escéptica. Este libro, al margen de que, yendo a los
orígenes, nos puede iluminar el tema, nos llega también al corazón.
Es que las
experiencias personales es lo que tienen. Ponernos en esa realidad tantas veces
olvidada: que la Historia y las historias, se viven, las vivimos, de uno en
uno. Sea la crisis, sean las guerras, sean los prejuicios odiosos que
configuran una sociedad.
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