El
oficio y los profesionales andan últimamente mucho más alborotados de lo que
acostumbraban. Hablo
de los últimos 10 años. Pronto va a hacer cuatro décadas que, de una u
otra forma, estoy vinculado al periodismo y nunca antes se había vivido tanta y tan cruel inquietud
por la desaparición de medios y, como consecuencia de ello, por la desaparición
de puestos de trabajo entre la profesión periodística.
La
proximidad de un problema nos hace perder la perspectiva total
a la hora de analizarlo y mucho más, como ya hemos apuntado en estas mismas páginas electrónicas (
http://bolivia.diariocritico.com/2011/Febrero/opinion/vila/256646/vilaprint.html) Cuando estamos en el mismo eje del cambio a una
nueva era del mismo calado de la que
supuso hace siglos la invención de la
imprenta. Digo aún más, las vicisitudes de entonces para copistas, autores y libreros
fue de consecuencias muchísimo menores de las que se están
produciendo hoy en todo el mundo, y eso que aún estamos en pleno proceso de
cambio y, por tanto, la cosa aún está
muy lejos de terminar, para poder hacer un balance de consecuencias realmente ajustado.
Valga
solo como ejemplo de la magnitud del proceso vivido que, a mediados de los
años 70 del siglo XX, nos llevaban a los
alumnos de los primeros cursos de
Periodismo a girar una visita a los
platós de TVE, donde podíamos ver las cintas, los magnetoscopios, las cámaras,
las salas de realización, etc.;
salíamos todos absolutamente
boquiabiertos y satisfechos de haber podido contemplar una realidad tecnológica que a
muchos nos parecía inimaginable. Hoy, 40 años después, cualquiera de nosotros,
con una pequeña cámara de vídeo digital, un programa de edición, incluso
gratuito, que encontramos sin dificultad en internet, podemos
colgar un vídeo en la red
(Youtube) y ponerlo a disposición de
miles, de millones de internautas en todo el mundo.
Entonces
también había una muchísima mayor
división del trabajo y, en casi el cien por cien de los casos, en un periódico
o una revista impresos quien escribía
información no hacía fotos, ni viceversa. En la radio, locutores, periodistas, productores y técnicos de sonido y realizadores eran profesiones muy bien definidas y
delimitadas. Otro tanto pasaba en TV, en donde
periodistas, locutores, cámaras, técnicos de sonido y realizadores sabían también claramente sus cometidos, límites y
posibilidades en cada trabajo a
realizar.
Hoy,
sin embargo, a ninguno de nuestros
jóvenes periodistas, recién salidos de
las facultades de Ciencias de la
Información, se les
ocurriría pensar en hacer solo una
parte de todos esos trabajos enumerados
en cada medio. En su mayor parte los
jóvenes periodistas son capaces de hacer de todo aunque, lógicamente, se
sientan más cómodos en una u otra faceta
de la actividad periodística y en uno u otro medio. Pero, en el fondo, son una
especie de periodistas-orquesta porque
los propietarios de los medios así lo exigen.
Profesionales
Ahora bien, cabe
preguntarse si la de periodista es ahora
una profesión en extinción. En España,
por ejemplo, la credibilidad de los
medios ha ido decreciendo vertiginosamente en los últimos años. Si a esto
añadimos que prácticamente la
mitad de los periodistas españoles teme
que su medio desaparezca, podría pensarse
que si aún no estamos en el final, desde luego, vamos camino de poder
contemplarlo en breve.
Por otro lado, el
monopolio de la información que hasta hace muy poco tenían los periodistas en sus manos, se ha roto en mil pedazos con la extensión planetaria de internet y,
más aún, con la aparición de las redes sociales. Ahora,
sin embargo, la pregunta que es
necesario que nos formulemos
es la siguiente,y en sentido
inverso a lo que marcan las apariencias: ¿hasta qué punto pueden sustituir las
redes sociales al periodismo?
Este y otros paradigmas
están surgiendo día a día en el mundo de
la comunicación porque, paralelamente a
todo este panorama, se está gestando un
nuevo modelo de negocio en los medios,
que tampoco estos aciertan a delimitar con claridad. Y todo esto ha traído como primera y dolorosa consecuencia la desaparición de miles de puestos de
trabajo entre los periodistas de todos los
medios. No tengo dudas, sin embargo, de
que esta situación es coyuntural y que
nunca jamás las redes podrán sustituir el papel que realizan los medios, ni que cualquier
internauta se vaya a convertir
mágicamente en un periodista, en un analista y observador de la realidad
inmediata, capaz de relacionar
acontecimientos, informaciones
interesadas de agentes de la
información, o investigador de las tramas del poder que, en una regla que es universal, tiende siempre a perpetuarse. Si desapareciera el periodismo y
los periodistas, nadie más que este, el poder, lo celebraría más. Y los ciudadanos y la democracia habrían perdido uno de sus fundamentos más efectivos
en la defensa y promoción de las libertades públicas.