México, democracia a balazos
miércoles 05 de diciembre de 2012, 16:45h
En México, y en los últimos años, la vida no vale nada. La de un periodista, menos aún. El narcotráfico, en manos de los cárteles del Golfo y de Los Zetas, y la corrupción policial están detrás de la muerte de decenas de periodistas que han caído abatidos en los últimos años, sencillamente por cumplir con su obligación de informar, de señalar con el dedo de la palabra a unos cuantos desalmados que han querido hacer suya la calle, cueste lo que cueste. Pero los periodistas no son, ni mucho menos, el colectivo más afectado porque la ola de violencia que recorre este país, ha azotado cruelmente a las capas medias y bajas mejicanas y ha causado desde 2007 más de 50.000 muertos en toda la nación.
Hay reglas no escritas entre los periodistas mejicanos que aconsejan a quienes están siguiendo de cerca las actividades del narcotráfico: no ir solos nunca a cubrir alguna situación noticiable; a informar en las redacciones y en el seno de las familias donde se encuentran en cada momento, incluso, dejar abierta la posibilidad de ser seguidos a través de GPS. Por supuesto, nada de hablar más de la cuenta en el transporte público (especialmente ante taxistas); no identificarse como periodista, ni firmar las informaciones para no constituir un blanco fácil para los narcos, y cuidar en extremo la transmisión de información en sitios públicos.
La situación que hoy vive México recuerda , en cierto modo, a la que se ha vivido en la España postfranquista, especialmente en el País Vasco, con la amenaza constante del terrorismo a buena parte de la población que no apoyaba ni sus fines ni sus métodos, para intentar hacer realidad a golpe de tiros en la nuca, bombas lapa y ataques a los cuarteles de la Guardia Civil, un estado vasco independiente. La consecuencia, que durante décadas y décadas, nadie podría fiarse de nadie y la población vivía en constante estado de alerta ante la posibilidad de sumarse a la lista de futuros blancos para un atentado.
Propaganda
En la situación descrita, en España se habló en ámbitos políticos y mediáticos, durante varios momentos especialmente duros en la historia de la lucha contra ETA, de la necesidad de que los medios no sirviesen de amplificadores de los mensajes y las intenciones del grupo terrorista, aunque finalmente nunca se alcanzó un pacto tácito ni expreso en ese sentido. En México ahora mismo sucede algo parecido porque entre los profesionales del periodismo, cada vez más, se tiene que valorar si una historia debe publicarse o no porque puede poner en riesgo la vida de los propios periodistas y de las personas citadas en los reportajes y eso hace que el dilema profesional de si se publica o no esa información, se vea convertido en un verdadero dilema moral. También en la guerra sucia de los narcos que en los últimos años se está librando en México, la propaganda juega un papel muy importante para sembrar el terror entre la población afectada o, sencillamente, próxima a los hechos o a los protagonistas de los mismos. Por eso, cada vez asistimos a muertes más violentas y macabras en las que se pueden ver a las víctimas con las cabezas, pies y manos cortados, o a un número alto de ahorcados en un puente céntrico y habitualmente muy concurrido. En ambos casos, tendrán mayor despliegue en páginas y minutos de televisión que un "simple tiroteo". Además, estos otros métodos mucho más contundentes y violentos, tienen el propósito de hacer más horrendo el asesinato y expandir más aún el terror entre la población.Desenmascarar el juego sucio de los cárteles, las posibles connivencias de estos con la policía y las autoridades mejicanas, no es solo una responsabilidad de la prensa local, sino de la prensa internacional que defiende inequívocamente los valores democráticos. A todos los defensores de la libertad de expresión e información nos va mucho en ello porque ya va siendo hora de dejar de convertir la vida cotidiana de los mexicanos en una novela policíaca.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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