La ceremonia de la confusión
domingo 02 de diciembre de 2012, 10:49h
No sé si es que nos toman por tontos o es que realmente lo somos, pero
cada vez que veo, oigo o leo unas declaraciones de algún político, sea
del partido que sea, se me queda la cara de palo. Siento que me están
tomando el pelo y, encima, les estoy pagando por ello con mis impuestos.
La clase política es la única clase social que goza de los privilegios
del cargo (sueldos, prebendas, inmunidad parlamentaria, etcétera) sin
que se les pida el más mínimo rendimiento. Cualquier otro trabajador en
una empresa privada que hiciera lo que hacen la mayor parte de los
políticos españoles estaría en la calle a la semana de comenzar a
trabajar con un despido más que procedente y sin indemnización. No hay
más que verlo. Comienzan el curso político después que los
universitarios, tienen un mes de vacaciones por Navidad, tres en verano y
suelen acudir a su puesto a lo sumo tres días a la semana. Y sin van
más cobran dietas aparte del sueldo. Bueno pues a pesar de contar con
todos estos provilegios (además de viajes bonificados o pagados,
exenciones fiscales y cotizacones mínimas para cobrar su pensión máxima)
después son capaces de dar espectáculos tan bochornosos como los de la
reciente Comisón de Investigación de los EREs falsos.
Se nota
que ya no estamos en tiempo electoral en Andalucía y que, tras las
elecciones vascas y catalanas, nuestra comunidad ha vuelto a pasar a un
segundo término en las preferencias informativas de los grandes grupos
mediáticos. Si el fiasco de la citada Comisión parlamentarias que ha
investigado las responsabilidades políticas de uno de los mayores
escándalos de corrupción ocurridos en nuestro país desde el
restablecimiento de la democracia hubiese ocurrido en Barcelona o Madrid
en lugar de en Sevilla, todas las televisiones, todas las radios, todas
las tertulias, todos los periódicos, llevarían semanas hablando de
escándalo. Pero en estos momentos Andalucía no interesa demasiado
teniendo como tenemos centrado el foco de atención informativa en
Cataluña. Aquí no se celebrarán nuevas elecciones autonómicas (si
IULV-CA no dice lo contrario, que Valderas no lo dirá se lo
aseguro) hasta dentro de cuatro años y por lo tanto Andalucía vuelve a
ser esa región de charanga y pandereta, de fiestas y ferias, de flamenco
y jarana, con la que el resto de los españoles suele identificarnos por
mor del tópico que nosotros mismos estamos alimentando. Y sí, también
de Sánchez Gordillo y sus ocupaciones de fincas y supermercados, de Pepe Griñán y sus aspiraciones para sustituir a Alfredo Pérez Rubalcaba, del PER, del subsidio y del millón y medio de parados. Todo eso y poco más.
De
todas formas lo que riza el rizo del absurdo es que aquellos que no han
sido capaces de llegar a un dictámen en la dichosa Comisión de
Investigación de los EREs falsos, comenzando por el presidente de la
Cámara, Manuel Gracia y por el propio presidente de la Junta y secretario general del PSOE-A, Pepe Griñán,
digan ahora que es "indignante" o tachen de "fraude" a una Comisión
parlamentaria que no era sino la crónica de un fracaso anunciado gracias
al bipartidismo sectario y la escasa honradez de nuestros
representantes políticos. Me gustaría saber, al menos, cuanto nos ha
costado a los andaluces esta Comisión que no ha servido absolutamente
para nada y que ha puesto de manifiesto la incapacidad y la poca
vergüenza de muchos. Se habilitó el mes de agosto y septiembre para sus
comparecencias y debates, se pagaron dietas a los diputados y viajes y
hoteles a casi medio centenar de comparecientes, hubo que pagarle
también a numerosos funcionarios de la Cámara andaluza que tuvieron que
aplazar sus vacaciones. Todo ello ha costado un curioso dinero que se ha
tirado a las cloacas del antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Y la
única conclusión a la que todos los andaluces hemos llegado después de
tres meses de sesudas deliberaciones es que la culpa de no llegar a
acuerdo alguno la tienen los otros. El PSOE culpa al PP, el PP al PSOE y
a IULV-CA, e IULV-CA al PP y al PSOE. Y lo dicho, a los andaluces se
nos queda, de nuevo, la cara de tontos al comprobar que, según el
Parlamento que nos representa, aquí nadie tiene responsabilidad alguna
sobre los miles de millones que se han robado a las arcas públicas.
Perdón, el culpable máximo, es en lo único que todos parecen estar de
acuerdo no es otro que Francisco Javier Guerrero, el director general de Empleo y gin-tonics. Griñán y Chaves, Viera y Fernández,
respiran tranquilos y pasarán unas Navidades de lo más felices
saboreando en familia el turrón más caro del mundo, que para algo son
políticos. ¡Por fa, Mercedes Alaya, recupérese pronto y pongase buena su ilustrísima! Sin usted, esto es la ceremonia de la confusión.