Las tasas judiciales y la vuelta a la Ley del Talión
lunes 26 de noviembre de 2012, 13:04h
Uno de los mayores hitos del Estado de Derecho y del sistema democrático es
la garantía de que todos los ciudadanos pueden acceder en condiciones de
igualdad a ejercitar sus derechos en la vía jurisdiccional. Pero eso no ocurre
con la Ley de Tasas o Ley 10/2012, de 20 de noviembre, por la que se regulan
determinadas tasas en el ámbito de la Administración de Justicia.
Una ley que surgió con graves errores. Según el BOE, entraría en vigor el 21
de noviembre, al día siguiente de su publicación y con el rechazo unánime de
sociedad y juristas en cuanto a la calificación de inconstitucional,
discriminatoria, insolidaria y precipitada. Una ley que fue frenada el mismo
día de su entrada en vigor con la Instrucción 5/2012 de la Secretaría General
de la Administración de Justicia, que acababa con la situación confusa creada
por las noticias referidas al aplazamiento de la aplicación de la Ley 10/2012,
de Tasas Judiciales, al no existir modelo de impreso para su liquidación, como
puso de manifiesto el propio CGAE, aclarando además que, al parecer, en la
aplicación de la ley, una vez que el Ministerio de Hacienda deshaga el entuerto
del Ministerio de Justicia, no se cobrará dicha tasa con carácter retroactivo,
pero en este caso sin ninguna circular.
Por lo tanto, la polémica ley de tasas no se aplicará hasta tanto no se
produzca la publicación en el Boletín Oficial del Estado de la Orden
ministerial a la que se refiere el artículo 9.2 de la Ley 10/2012, de 20 de
noviembre, por la que se regulan determinadas tasas en el ámbito de la
Administración de Justicia y del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses.
Los Secretarios Judiciales de todo el territorio nacional no exigirán, en
ningún caso, la presentación del justificante de autoliquidación de la tasa
para dar curso a los escritos procesales que se presenten.
El rechazo absoluto a la Ley, con la única excepción del ministro, es
lógica si tenemos en cuenta que en nuestro país el acceso a los juzgados de lo
social (antiguas Magistraturas de Trabajo) fue gratuita desde su creación en
1945, paradójicamente en la época de la Dictadura, donde era permanente la
conculcación de derechos fundamentales.
Ahora estamos en un supuesto peor, ya que cualquier persona despedida que
quiera recurrir la sentencia de despido tendrá que abonar 500 € por el simple
hecho de recurrir. Lo realmente grave e inmoral es que dirigentes del partido
en el poder aleguen que quien quiera una segunda opinión tiene que pagarlo,
cuando nos encontramos con casos como el de una juez sustituta de lo social en
Oviedo que no ha estimado ni una sola demanda de despido y, curiosamente, la
mayoría de sus sentencias han sido revocadas en recurso de suplicación por el
Tribunal Superior de Justicia de Asturias. Sin embargo ninguna medida se toma
con estos abusos jurisdiccionales.
Las tasas judiciales reguladas por la Ley preconstitucional de 1959, fueron
derogadas en 1986 por el Gobierno de Felipe González, garantizando un sistema
judicial gratuito, universal e igualitario, que aunque era garantía de una
mayor y mejor paz social, ha llegado a su fin.
Es cierto que ya en 2003, durante el Gobierno Aznar, se introdujeron para
las grandes empresas con facturaciones millonarias, y que el Tribunal
Constitucional declaró no es contrario a la tutela judicial efectiva el cobrar
una tasa de 70 € a una empresa de seguros con una facturación millonaria, lo que
legitimaba la tasa de 2003.
Pero no es ésa la situación creada con la reciente ley, que es la
constatación una vez más de que estamos con un gobierno que, por primera vez en
la historia democrática de España, incumple lo que en su programa había prometido
no hacer, mientras aniquila los derechos de los más desfavorecidos, que son los
que mayoritariamente acuden a la vía jurisdiccional buscando amparo: los
trabajadores, los ahorradores estafados por los bancos, los que han sufrido
abusos, lesiones o negligencias, quienes se han visto perjudicados por la
actuación de la Administración pública muchas veces con claro abuso y
desviación de poder, los hipotecados que firmaron préstamos abusivos, los
consumidores...
En la situación actual, sólo quienes tengan una situación económica de
altísimo nivel podrán acudir a la administración de justicia, lo que genera una
desigualdad todavía mayor entre las personas o entidades que ostentan una
situación de dominio o superioridad frente al resto de ciudadanos, que ahora
verán cómo muchas conductas de abuso serán impunes e indiscutibles, ya que uno
de los principios esenciales del procedimiento civil, social o contencioso-
administrativo es precisamente el de postulación; es decir, el de petición
expresa de declaración de un derecho o revocación de actos, documentos o
resoluciones injustas o abusivas.
El ministro de Justicia afirma que la finalidad de la Ley es acabar con los
abusos de los ciudadanos, cuando en realidad lo que pretende es que los abusos
de quienes tiene una situación de poder se perpetúen al impedir su anulación
judicial, ya que ahora tendremos prácticamente cerrada la posibilidad de
recurrir frente a la Administración, los bancos, los abusos de las compañías
aseguradoras, de los poderosos al fin y al cabo, impidiendo el más elemental
derecho al resarcimiento.
Lo que agrava la situación todavía más es que la nueva ley surge sin haber
establecido alternativas de solución de conflictos, con una recién nacida ley
de mediación, sin memoria económica, y que no puede aplicarse por falta de
centros de mediación (salvo en comunidades como Cataluña), sin sistemas
arbitrales que funcionen y sin una verdadera cultura de la mediación, máxime
cuando no existe la obligación para quienes tienen una situación social y
económica de fuerza, de someterse a estos sistemas de resolución alternativa de
conflictos.
¿Querrán los bancos, los seguros o la Administración someterse a mediación
o arbitraje, sin ser obligatorio para ellos? Y ¿cómo es posible que se ampare
en el sostenimiento de la justicia gratuita, cuando esta Ley fundamental no ha
sido reformada y los Colegios de Abogados llevan más de dos años denunciando la
falta de pago de las indemnizaciones por estos servicios?
Esto es un reflejo de la crisis moral y ética que sufrimos, abanderada por
la acción del Ejecutivo, que subvenciona con miles de millones de euros a los
bancos, pero anula los derechos de los trabajadores, de los más de 400.000
desahuciados en este país, desde el inicio de la crisis, de los enfermos... y
parece que vamos a peor.
Si la Administración de Justicia está colapsada no es debido que los
ciudadanos ejerciten sus derechos constitucionales, sino que, como vienen señalando
los jueces, magistrados, fiscales, abogados y personal de la Administración de Justicia,
existe una clamorosa falta de medios materiales, humanos y aumento de órganos
jurisdiccionales que no se pueden atender, pese a la cantidad de millones de
euros que nos ha costado formar a los aspirantes a la carrera judicial,
licenciados formados que han visto truncadas sus expectativas de futuro a medio
plazo. Y esto ha ocurrido fundamentalmente por una pésima gestión de los
ingresos del Estado, de la que desde luego no puede responsabilizarse a los
ciudadanos.
La administración de justicia debe servir de canal para garantizar el
funcionamiento del Tercer Poder del Estado, no para convertirse en recaudadores
de impuestos improvisados por iluminados. Si nos quitan el acceso a la
jurisdicción surgirán nuevas vías de resolución de conflictos, y muchos
ciudadanos que no tienen grandes fortunas quizá se encuentren en la necesidad
de aplicar una 'justicia de hechos', similar a la histórica del Talión.
Concepción Trabado es abogada y Socia de SF Abogados. Tiene estudios
avanzados en Derecho y doctorando en la Universidad de León
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
15645 | Ignacio Passilio - 27/11/2012 @ 00:04:02 (GMT+1)
La justicia en España siempre ha sido muy cara por dos razones: en primer lugar, hay que pagar a un abogado, a un procurador, a veces a un perito y también a un notario en algunos casos. En segundo lugar, como cuando llega la hora del juicio la sentencia no siempre es justa ni lúcida ni moral, muchas veces pierde el juicio el inocente perjudicado, y encima tiene que pagar las costas.
Quiere decir que los miles de personas que han pasado por esa amarguísima experiencia, que nunca podrán olvidar, han pagado injustamente por dos veces: una de su bolsillo, otra por la vejación sufrida.
Ahora la ponen aún más cara, y eso nos parece muy bien porque de esa manera abogados desaprensivos y corruptos, que los hay a miles, se tendrán que apretar el cinturón, a ver si abusan menos de los pobres incautos que acuden a ellos desesperados. Tendría que ser mucho más cara, pues para lo que sirve la mayoría de las veces eso está muy bien. Y me gustaría también saber si hay por ahí alguna asociación de víctimas de la justicia. Si no existe habría que crearla y seríamos miles.
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