Este finde la cosa se ha puesto de bolero o tal que así, mis amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y esperanceados niños y niñas que me leéis. Desde ayer domingo, fecha en el que el diario El País se declaró el más global de todos los diarios globales españoles, todo está en saber cuáles fueron las tres palabras que, acompañadas de un gesto de desdén –es lo que explicaba Ernesto Ekáizer, en un tono como sibilino--, Su Majestad el Rey, que Dios guarde, le dirigió a Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, condesa de Murillo y presidenta de la Comunidad de Madrid.
Por tres palabras nada más y ya tenemos al marujerío político haciendo cábalas y más cábalas. ¿Cuáles eran estos tres vocablos? ¿Por qué letras comenzaban? ¿A quién iban dirigidas? El personal, por cierto, está de lo más entretenido. Don Juan Carlos, que, por lo general, tiene más paciencia que el Santo Job, estaba hasta la coronilla de la vara que le estaba dando la condesa-presidenta, con eso de que había que darle a Federico Jiménez Losantos un trato humano. ¡Rayos y centellas! ¡Voto al chápiro verde! Ni que al almuédano de la cadena mitrada le estuviesen torturando en las caballerizas del Palacio Real cada dos por tres. Eso cuando, al menos que se sepa, ni siquiera nadie le ha obligado a escribir mil veces eso de “No volveré a pedir la abdicación del Rey”. Pero estábamos en el regio cabreo de Su Majestad, tal día como el 11 de octubre, víspera de la Fiesta Nacional de ¡España!. Y a madame Espe con lo de que hay que se humanos con este chico, que el pobre va como un apestado, un leproso, por salones y mentideros madrileños. Vamos que el paladín de la España española anda el pobrecito huérfano de amor y de consideración.
De nada sirvió que, por dos veces, los sentados en la mesa regia, viendo la cara de Don Juan Carlos, cambiasen de conversación, ora para hablar del tiempo –un tema que siempre viene bien--, ora para comentar el Premio Nobel de Literatura que este año le había tocado en suerte –y nunca mejor dicho— Doris Lessing. Ni por esas. La presidenta de la Comunidad de Madrid a su bola: que hay que darle un trato humano a Federico. En el aire del comedor del Palacio Real quedó flotando, en plan sobreentendido a la corleonesa, que sino el chico este se enfada y aún se puede poner más crítico. Así hasta que Esperanza Aguirre, haciendo ver que daba por finalizada la cuestión, dijo eso de “Bueno, de todas formas veremos a ver qué pasa mañana en la Plaza de Colón”.
Don Juan Carlos es humano... Don Juan Carlos es paciente y comprensivo... Don Juan Carlos –esto lo reconoce hasta el malvadísimo del Vilariño—no sólo es buena gente, sino que es un perfecto caballero y de un exquisito trato con las damas... Don Juan Carlos es todo eso y mucho más... Pero, pequeñines/as míos/as, insito en que es humano... Y fue cuando, gesto de desdén por medio, soltó esas tres palabras que todos dicen conocer, pero que nadie quiere citar textualmente. ¿Cuáles eran estos tres vocablos? ¿Por qué letras comenzaban? No hace falta ser un maestro en el arte de la deducción como para saber que la lengua castellana es una de las más ricas del mundo a la hora de construir frases que denoten enojo. Así es que, como este mediodía hemos hecho en el club, a la hora del aperitivo, os brindo a todos algunas iniciales de las posibles expresiones utilizadas por Su Majestad el Rey, que Dios guarde. ALM... HDP... NJE... NTJ... QOD... QTD... QTF... QTJ..., cosas así de rotundas. Cosas humanas. Frases que denotan enojo. Expresiones de nuestro acervo lingüístico. Palabras de soberano, cargas de cabreadísima humanidad.