La futilidad del federalismo
jueves 18 de octubre de 2012, 08:02h
Seguimos siendo víctimas del "pensamiento mágico" al pretender que la
realidad se acomode a nuestros deseos. Sucede en todas partes y a todos los
niveles. A los EE. UU. cuando creen llevar la democracia y el pavo de Acción de
Gracias a los afganos y esperan los aplausos de los pastunes, hazaras y
tayikos. Le pasa al señor Artur Mas, declarando, muy serio, que serán los
poderes económicos de Cataluña los que se tengan que adaptar a la nueva realidad
política. Discurso calcado al de Fidel Castro, y el politburó cuando dictaban
planes quinquenales. Se ve que al estudiar a Marx todos ellos se saltaron la
parte de la infraestructura y la superestructura.
Y ahora nos sale Ramón Máiz, catedrático de Ciencia Política en
Santiago y partidario del federalismo con un extenso artículo en El País (17/10/2012)
defendiendo esa fórmula como solución mágica al problema territorial español. Me
pasmo. Más ingenuidad y pensamiento mágico. ¿O se trata de ir probando
soluciones para descartarlas cuando no funcionan? Ya lo decía Groucho, "La
política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico
falso y aplicar después los remedios equivocados".
El señor Máiz argumenta que más del 55% de la población mundial, y el
65% del PIB global viven estupendamente con fórmulas federales. Se referirá,
supongo, a a los EE.UU. Alemania, Suiza o Rusia como ejemplos principales. O de
otros estados surgidos de la emancipación o descolonización a partir de los
inicios del siglo XIX hasta hoy. Y es que el peso de la Historia condiciona los
modelos políticos, y el señor Máiz, cayendo en ese adanismo tan ibérico, lo
olvida, pretendiendo erigir la construcción federal de una "tabula rasa", como
si España fuera un país recién nacido, como los Estados Unidos, susceptible de
ser diseñado desde cero o Alemania, que no existió hasta 1870, y utilizó esa
fórmula para mantener unidos los distintos territorios con la República de
Weimar (1919-1933) y la Bundesrepublik después del Tercer Reich. O países
nuevos, como Yugoslavia, nacida en 1918 de la descomposición del Imperio
Austrohúngaro.
Pero España ya era, en muchos sentidos, una entidad política unida
desde finales del siglo XV, y un estado unificado y centralizado desde
principios del XVIII. La tesis del señor Máiz, sostiene que para hablar de
federalismo es preciso, dice, "en primer lugar, al abandono del concepto y
vocabulario de la soberanía". El señor Máiz es gallego, y de pulpos sabe mucho
más que yo; admito, pues "pulpo" como animal de compañía si se empeña, pero no
al abandono del concepto de soberanía cuando hablamos de federalismo.
Cualquier estudiante de primero de Políticas sabe que el federalismo
se define, entre otras cosas, por un trasvase de soberanía desde abajo, desde
los estados federados, a una sede central, sea Washington, Bonn o Berlín. Por
eso el concepto de federalismo es, en principio, más democrático que cualquier
otra organización territorial. Llevamos décadas viviéndolo a nivel europeo.
Pero parte de la preexistencia de sujetos territoriales soberanos. Y esos deben
estar predefinidos. El olvido de este concepto básico es el mismo en el que
cayeron los diseñadores de la Constitución nonata de la Primera República en
1873, el único experimento federalista en la Historia de España. Víctimas también
del pensamiento mágico, las formulas milagrosas y el espejismo de los nuevos
estados nacidos al otro lado del Atlántico los legisladores decidieron adaptar
la realidad a sus deseos. Nada era suficientemente democrático. Pero ya saben
de qué está empedrado el infierno. En 1873 Sabino Arana tenía 8 años, faltaban
casi veinte años para Las Bases de Manresa y aún no había fermentado el
nacionalismo vasco y catalán.
Cuentan que el rabino Loew
insuflaba vida al golem escribiendo en su frente el encantamiento preciso. Los
constituyentes españoles de 1873 decidieron hacer lo mismo en virtud de su
verbo iluminado. Si la soberanía no podía ser de todos los españoles por igual
era necesario decretar, desde arriba, ojo a la contradicción, que las
"regiones" deberían detentar la soberanía. Un concepto inexistente desde el
punto de vista político en esa España. Pero sí había provincias y municipios. Qué
más querían los caciques, caudillos y camarillas locales. Los levantamientos
cantonales se sucedieron por el territorio; Andújar, Torrevieja, Bailén,
Almansa, Camuñas, Algeciras, Alcoy, Granada, Jaén, Jumilla, Murcia, y, por
supuesto, Cartagena que resistió seis meses, mandando incluso dos fragatas a
"una potencia extranjera" (Almería). Y decía Castelar que Jaén se aprestaba a
la guerra con Granada. Y es que definir el sujeto de la soberanía no es fácil.
O reside en el pueblo español, como dice la Constitución, o fraccionarlo hasta
contentar a todos es abrir, otra vez, la caja de los truenos.
Olvida también el señor Máiz en su artículo mencionar otro requisito
del federalismo; todos los estados asociados tienen las mismas competencias y
poderes. Eso sí es café para todos. ¿Qué hacemos en España con el hecho
diferencial y las nacionalidades históricas? ¿No se supone que el federalismo
va a resolver nuestros problemas territoriales? El "conflicto" sólo lo plantean
dos nacionalismos periféricos, y por lo tanto es a ellos a quienes hay que
convencer. El federalismo, con el premio de consolación de la soberanía,
pretende contentar definitivamente a los secesionistas con
una ley de punto final a las aspiraciones independentistas, y dando las mismas
competencias a La Rioja que a Cataluña. Pues no es eso lo que quieren ellos, y
el invento del "federalismo asimétrico" de algunos dirigentes socialistas es
redescubrir la rueda; el estado de las autonomías, el cual nos vendieron como
solución y se ha convertido en un problema, como demuestra el hecho de que
hablemos de federalismo. Dice el señor Máiz "España es,
de hecho, el único país del mundo en el que para buena parte de la opinión la
federación no implica la construcción de una unión federal, sino la
"balcanización" y la "fractura" del Estado". Será porque Yugoslavia, estado
federal, ya no existe como país del mundo para hacernos compañía.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (4)
14656 | Pikertom - 19/10/2012 @ 16:13:38 (GMT+1)
Su fárrago expuesto arriba no tiene nada que ver con la observación que le hace Kroker que, por cierto, es muy atinada.
14609 | B T-M - 18/10/2012 @ 18:47:32 (GMT+1)
Gracias señor Króker, por el comentario. Creí haber respondido con ese fárrago tan largo que ha aparecido arriba, pero he debido pulsar el campo incorrecto y no aparece como respuesta a sus atinadas observaciones, aunque esa era mi intención. Gremlims informáticos. Abrazos peninsulares.
14608 | B T-M - 18/10/2012 @ 18:40:30 (GMT+1)
Leo ahora que los intelectuales catalanes apoyan el federalismo como solución. "He llegado a una edad suficiente para no confundir la inteligencia con los intelectuales". Cito de memoria a Pla, creo que "El cuaderno gris", pero me da pereza buscar la cita exacta. No sé yo si el sistema de Prueba-Error es el adecuado en este caso. Es como si el experimento lo hacemos con la Veuve-Cliquot o Dom Perignon y no con gaseosa Konga. Yo apoyaría el federalismo para una unión con Portugal. También como único sistema para una Unión Europea, y ya vemos los problemas que está causando la resistencia a ceder soberanías en la construcción federal europea. En España el problema es que la Constitución dice que la soberanía es de todos los españoles, incluidos los catalanes. Y si Cataluña existe como ente político es porque los españoles lo hemos votado así al aprobar la Constitución. Pero nadie ha decidido ni votado que ninguna soberanía, por separado, sea detentada por una parte de la ciudadanía. ¿Por qué con el federalismo el sujeto de la soberanía tiene que ser Cataluña? ¿No sería más democrático que fuera Manresa, Tarrasa, L'Hospitalet de Llobregat o el Baix Empordá? ¿Y si Barcelona decidiera que no se federa con Cataluña para federarse después con España? ¿Qué es más directo saltarse a los intermediarios? ¿Quién define primero al sujeto de la soberanía? ¿Lo hacemos desde arriba predemocráticamente? A ver si la solución milagrosa federalista no acaba creando más problemas de los que intenta resolver por culpa del "pensamiento mágico" que quiere imponer con calzador las fórmulas idealizadas a la realidad. En especial cuando no es lo que quieren los nacionalistas, ni unos ni otros.
14563 | kroker - 18/10/2012 @ 10:34:24 (GMT+1)
Leer su artículo a estas horas de la mañana, es peor que sacar del fax una sentencia adversa, en la que Su Señoría te da un revolcón jurídico, "pa'empezá bien er día". Pero bueno, los que hemos leído algo de Derecho Político (plan del 56) ahora Derecho Constitucional, sabemos muy bien que decimos cuando proponemos federalismo, y por qué tipos como Anasagasti mienten como bellacos al hablar de confederación, o cuando Mas habla de "Estado catalán dentro de la UE", o en fin, los socialistas hablan de federalismo asimétrico.
Hay una cuestión clara, y es que el asunto federal puede ser la solución para España, pero también su final como Nación, por ello, es necesario tomar el asunto con las debidas precauciones, pero creo que bien enfocado si puede ser la solución a un conflicto de 200 años, pero que ahonda sus raíces en el Estado Imperial de los Austrias y su multiplicidad de reinos.
Si partimos de la base de que la soberanía en primera instancia reside en los estados, dejamos sin argumentos a los soberanistas: ya tienen la soberanía. Decía el personaje "caribeño" Anasagasti, que el federalismo no es solución porque no deja de ser café para todos; bien, ¿y qué?. El problema no radica en el café para todos, sino que el fracaso del Estado de las Autonomías ha sido el inventarse Comunidades Autónomas totalmente inviables y que nunca han sido entes territoriales con el peso suficiente para ser consideradas como tal.
La base, es rediseñar cuáles son las CC.AA. que por historia y peso económico/político pueden ser viables en un Estado federal, así de 17 podemos bajar a 7 u 8, que es algo más asumible por el territorio, y que deberían estar fijadas en la nueva Constitución. Pero no solo esto, es necesario rediseñar desde la base municipal el Estado, no se pueden mantener más de 8000 ayuntamientos, no son necesarias las Diputaciones, los Delegados del Gobierno, las policías autónomas o un cuerpo nacional. España mantiene estructuras propias de un estado centralista, con otras de uno descentralizado. Como dice el refrán, "no se puede estar en misa y repicando".
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